Jue 17.03.2005

EL MUNDO

A desmantelar los muros de la histórica Jericó

Israel inició ayer su repliegue de ciudades palestinas en Cisjordania con la entrega de Jericó. El proceso está diseñado para brindar confianza en que las cosas cambian para mejor.

Por Eric Silver *
Desde Jerusalén

Tropas israelíes comenzaron a entregar ayer los controles de seguridad de Jericó a la Autoridad Palestina. Otras cuatro ciudades de Cisjordania deben hacer lo mismo en lo que es considerado como un mensaje a los palestinos comunes de que la tregua está comenzando a dar sus frutos. Muchos de los escépticos 25.000 ciudadanos árabes todavía deben ser convencidos de que esto hará una gran diferencia. En el restaurante Green Valley, con un embriagador olor a primavera en flor y a cordero asado, Maher Alawi, un camarero, dijo que no creía que los israelíes estuvieran realmente aflojando su control hasta que lo viera. “Los israelíes están jugando con nosotros. Jericó seguirá siendo una gran prisión. Creo que la mayoría de los israelíes quieren paz, pero no el gobierno, no los colonos ni los generales.” El restaurante tiene mesas para unas 200 personas, pero los únicos comensales eran un equipo amateur de fútbol de Jerusalén árabe oriental.
Jericó vive de la agricultura y del turismo. Durante los últimos tres años, tardaba un día entero para que su producción llegara a las otras ciudades de Cisjordania. Los bananeros dejaron de embarcar bananas a través del río a Jordania, que solía transportar seis camiones cargados diarios. Los peregrinos y los turistas israelíes dejaron de ir desde que se desató la Intifada hace cuatro años y medio. A pesar de lo que fue descripto como un problema técnico de último minuto, un puesto de control en una ruta del valle del Jordan se mudó más al norte, permitiendo que el tráfico fluya más libremente hacia el oeste a Ramalá, un importante mercado para las frutas y verduras de Jericó. Al sur de la ciudad más antigua y más baja del mundo con respecto al nivel del mar, los israelíes dijeron que no controlarían a los árabes que entren a Jericó, sino sólo a aquellos que se van rumbo a Jerusalén. Para los civiles israelíes, sin embargo, todavía estaría excluido, como lo están de otras ciudades palestinas, por temor a que sean secuestrados o atacados.
“Los puestos de control están contra la vida y contra el desarrollo económico”, se quejaba el alcalde, Hassan el Hussein. Estimó que el desempleo es por lo menos del 60 por ciento. En lo alto de la ruta, grupos de escolares palestinas iban en cablecarril de la antigua Fuente del Sultán al Monte de la Tentación del Nuevo Testamento. El cablecarril abrió a comienzos de 2000. Cerró en medio de la violencia de la Intifada y reabrió este mes en una era más optimista, pos Arafat. Los grupos de escuela, que pagan 20 shekels, casi cuatro dólares por persona, son los únicos que lo toman. Un shopping construido en su base está clausurado. El gerente del cablecarril, Kamel Sinokrot, dijo que antes de la Intifada tenían entre 30 y 40 grupos de tours por día. Solía emplear a 75 personas. Ahora tienen 15.
“En cuanto se saquen los puestos de control –dijo–, esperamos que los turistas vuelvan, israelíes y extranjeros.” A pesar de su amargura, la boletería todavía tiene los carteles en hebreo, así como en inglés y árabe. Aun si se sacan los puestos de control, tomará mucho tiempo para que el casino y el hotel, que es propiedad de Austria, y que fue construido después de los acuerdos de Oslo de 1993 en un lugar de ocho acres en el sur de la ciudad, reabra sus puertas. Antes de la Intifada, 3000 apostadores jugaban en sus 120 mesas y 240 máquinas tragamonedas. Casi todos eran israelíes. El juego es ilegal dentro de Israel.
El complejo empleaba a 1600 trabajadores palestinos y 450 crupiers. Todos fueron enviados a sus casas. El casino pagaba millones en impuestos a la Autoridad Palestina. Además de los empleos, era un mercado para los negocios locales. Hans Holek, un gerente de seguridad de Casinos Internacionales de Austria, mantiene el lugar con un mínimo de personal. Todo –explica– dependía de la situación de seguridad local. Era un asunto de estabilidad política y voluntad política. Desde el momento en que el transporte entre las ciudades esté garantizado, el casino podríareabrir en 12 semanas. Pero si a los jugadores israelíes no se les permitiera volver, no tendría ningún sentido. “Si no pueden venir –predijo–, los accionistas perderán la paciencia y este proyecto morirá.” Y con ello muchas de las esperanzas de Jericó para un futuro más próspero.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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