EL MUNDO
Una campaña electoral con permiso del Espíritu Santo
El cónclave para elegir nuevo Papa aún no comenzó pero sí lo hicieron las filtraciones y calumnias para tratar de decidir el resultado de la reunión que arranca el próximo lunes.
Por Lola Galán *
Desde Roma
El silencio informativo ha llegado a sus máximas cotas en vísperas del inicio del cónclave. Prohibidas las entrevistas, silenciado el contenido de los debates de los cardenales en las congregaciones generales, los medios de comunicación se nutren de pequeñas filtraciones o noticias recogidas en Internet, no siempre fiables ni desinteresadas, como las que han circulado sobre la presunta diabetes del cardenal indio Ivan Dias o un supuesto internamiento del patriarca de Venecia, Angelo Scola, en una clínica psiquiátrica de Lugano.
Nadie sabe lo que ocurre entre los muros vaticanos. Cámaras y fotógrafos han recogido el ir y venir de los cardenales a la Sala del Sínodo, donde se celebraban hasta ayer las congregaciones generales. Pero a las imágenes no les ha acompañado el conocimiento mínimo de lo tratado en estas reuniones. Ni siquiera se difundió anteayer la homilía pronunciada por el padre Raniero Cantalamessa, predicador pontificio, ante los 142 cardenales que asistieron a la congregación. De la reunión de ayer sólo trascendió que había sido algo menos numerosa (138 cardenales), aunque sí se hizo público el mensaje preparado por Juan Pablo II para las jornadas misioneras. Los vaticanistas veteranos recuerdan con nostalgia la abundancia de datos de que dispusieron en los dos cónclaves de 1978. Para hacer frente a esta sequía –de la que casi todos culpan al cardenal Josef Ratzinger– se recurre a todas las fuentes posibles, algunas de ellas totalmente tóxicas.
Como en cualquier campaña electoral –con permiso del Espíritu Santo–, los candidatos y los partidos que los apoyan luchan entre sí, no siempre con armas lícitas. Se repasan las biografías de los principales papables en busca de zonas de sombra, se difunde interesadamente tal o cual aspecto menos agradable de su pasado y se desliza como un sutil veneno en el río revuelto de la información paralela al precónclave.
Entre las víctimas de esta antigua práctica –que tuvo su esplendor en el Renacimiento– figuran desde el cardenal Ratzinger, acusado de haber pertenecido en su día a las juventudes hitlerianas, hasta dos recientes papables, el cardenal indio Ivan Dias, del que se ha dicho que padece diabetes –incluso los diarios mejor informados–, y el de Venecia, Angelo Scola, que habría pasado una etapa internado en una clínica psiquiátrica de Lugano, según algunos medios.
Gino Belleri, al frente desde hace 47 años de la Librería Leonina, prácticamente dentro del Estado Vaticano y experto conocedor de la curia, se ha hecho portavoz de los principales damnificados. “El cardenal Ivan Dias no ha padecido nunca diabetes, ni el patriarca de Venecia ha estado nunca en una clínica psiquiátrica. Son todas falsedades imperdonables”, dijo el anciano librero en un foro sobre el cónclave celebrado el jueves en Roma. Belleri recordó los efectos mortíferos de este tipo de infundios o verdades tergiversadas (Scola padeció una depresión en sus años de estudiante universitario) en anteriores cónclaves. Por ejemplo, el cardenal Sergio Pignedoli, contendiente a la sucesión de Pablo VI y de Albino Luciani, en 1978, quedó fuera de juego por una campaña que lo calificaba de homosexual practicante.
Aquel segundo cónclave, en el que fue elegido Karol Wojtyla, duró tres días. La mayoría de los observadores y expertos cree que el que se inicia el próximo lunes tendrá también una duración media de entre dos y cuatro días y medio, es decir requerirá entre seis y catorce votaciones aproximadamente. La idea general, a partir de algunas filtraciones de los purpurados, es que no será brevísimo porque la Iglesia no quiere dar una impresión de superficialidad, pero tampoco largo, para que no parezca que existen disensos internos.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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