Dom 06.01.2002

EL MUNDO

Dos narraciones mentirosas sobre una guerra que parece ser verdad

India y Pakistán libraron dos guerras en 55 años por el Kashmir y están en el umbral de una tercera. Aquí, un relato sobre los relatos que animan a dos potencias nucleares a pelearse.

Por Kamila Shamsie*
Desde Londres

Hace una década, más de 50 de mis 96 compañeros de clase abandonamos Karachi para ir a universidades en Estados Unidos y Gran Bretaña. No le dimos demasiada importancia al hecho de que muchos de nosotros conoceríamos a indios por primera vez en nuestras vidas. Es difícil encontrar ahora, entre esos 50 paquistaníes, alguno que no se hiciera amigo de por lo menos un indio. Pero lo que todos descubrimos fue esto: podíamos estar de acuerdo con nuestros amigos del otro lado de la frontera sobre cualquier cosa, pero no podíamos siquiera mencionar las dos heridas de las relaciones indopaquistaníes: la partición de la India en 1947, que dio lugar a Pakistán, y el Kashmir.
Si el tema de “dos naciones, dos narraciones” sólo se hubiera centrado en la creación de Pakistán hace 55 años, supongo que podríamos haber aprendido a vivir con nuestras diferencias. Pero mientras la situación de Kashmir siga sin resolverse, seguiremos haciendo predicciones apocalípticas. El hecho básico con el que nos enfrentamos es éste: el 13 de diciembre hubo un ataque fallido al Parlamento indio y los atacantes fueron muertos junto con varios empleados de la seguridad india. Una narración que rodea estos hechos básicos es la siguiente: poco después de que Israel y Estados Unidos demostraran lo fácil que es alimentar la idea de que “no hay diferencia entre los terroristas y aquellos que los albergan”, hombres armados cruzaron milagrosamente puestos de control, en un momento en que las alertas estaban al máximo, y trataron de destruir al Parlamento indio. El segundo milagro fue que ninguno de los ministros resultó herido y los terroristas resultaron muertos. El gobierno indio se negó a mostrar los rostros de los terroristas a los reporteros. Pakistán ofreció una investigación conjunta del asunto, e India se negó.
La otra narración es la siguiente: Pakistán decidió aprovecharse de su nueva amistad con la superpotencia mundial lanzando otra serie de ataques sobre la India. Grupos terroristas patrocinados por Pakistán intentaron poner de rodillas al gobierno indio al hacer explotar el Parlamento. El plan fue frustrado y los terroristas resultaron muertos. Si la guerra contra el terrorismo va a ser una guerra global, entonces India debe tener el derecho de atacar a Pakistán. Pero Estados Unidos aconsejaron moderación y Pakistán, en un acto de asombrosa caradurez, insistió en ser parte de la investigación sobre el atentado.
Narración uno: India siempre miente.
Narración dos: Pakistán siempre miente.
Pero hay una tercera narración. Hace más de dos años, cuando el presidente Pervez Musharraf asumió el poder en Pakistán, expresó su admiración por el régimen agresivamente secular de Mustafá Kemal Ataturk en Turquía. Luego, de pronto, calló. La opinión muy difundida fue que se le advirtió a Musharraf contra los peligros de ponerse en contra de los grupos religiosos extremistas. Pero en el Pakistán post-11 de septiembre, los extremistas sufrieron un duro revés por su inhabilidad para conseguir el apoyo suficiente para sus manifestaciones antigubernamentales, y el presidente ha estado hablando abiertamente sobre la necesidad de combatir a aquellos que han mantenido secuestrada a una nación que es esencialmente moderada. La mejor oportunidad de Pakistán para actuar contra los extremistas es ahora. Pero una cosa es que Musharraf se deshaga de los terroristas; otra muy distinta es que aparezca haciéndolo por pedido de India.
India y Pakistán mienten. Pero hay una verdad sobre la cual todos podemos estar de acuerdo: es necesario encontrar una solución a la disputa de Kashmir para que la frase “amenaza de guerra nuclear” pueda ser relegada a los libros de historia. Y aquí hay otra, no menos importante, verdad: se debe encontrar una solución por el bien de los kashmiríes, que han esperado demasiado tiempo ya para aprobar un narración conjunta de paz.

Kamila Shamsie es escritora paquistaní, autora de Salt and Saffron.
*De The Guardian de Gran Bretaña especial para Página/12
Traducción: Celita Doyhambéhère

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