Dom 14.08.2005

EL MUNDO  › HABLA FRANCISCO FONSECA, ESPECIALISTA BRASILEÑO EN MEDIOS

“Lula, entre Collor y Getulio Vargas”

Lula aún tiene margen para evitar un impeachment, pero ese margen se está estrechando. Su capacidad de gobernar está dañada, pero aún puede contraatacar. Y está entre el destituido Fernando Collor de Mello y el suicida Getulio Vargas, según dijo Francisco Fonseca a Página/12.

Por Darío Pignotti
Desde San Pablo

“Siendo a la vez divulgadores y vulgarizadores de la crisis brasileña, los medios de comunicación la distorsionan. La gran prensa viene contando esta historia con una fuerte marca moralista, como si fuera un conflicto entre individuos éticos e individuos corruptos, cuando en realidad lo que estamos viviendo es una crisis que, además de amenazar la gobernabilidad de Lula, pone al desnudo todo el sistema político”, señala el profesor Francisco Fonseca, de la Universidad Católica de San Pablo, en entrevista exclusiva con Página/12.
Para el catedrático, tras las denuncias del marketinero político Duda Mendonça, implicando a Lula en el escándalo de corrupción, y el posterior pedido de disculpas presidencial, “Brasil ingresó en una dialéctica imprevisible”, en cuya resolución influirá el “juego que jueguen los medios”. Autor del libro El consenso forjado, Fonseca investiga los cruces entre política y medios desde que Brasil inició su transición a la democracia en los años ’80. Mientras los partidos políticos son relativamente débiles o poco representativos, “los medios son verdaderos partidos políticos que actúan como los intelectuales orgánicos del sistema, queriendo dominar la pauta de la agenda pública y presionando a los gobiernos para que se comporten dóciles ante sus imposiciones”.

Ciudadano Collor:

En 1993 la BBC de Londres produjo un documental sobre las arbitrariedades informativas de la Rede Globo, entre ellas su oposición al candidato Luiz Inácio Lula da Silva en 1989. Presiones de Globo mediante, ese video, Más allá del Ciudadano Kane, nunca fue divulgado en los medios masivos y sólo circulan algunas copias piratas, como la que el profesor Fonseca exhibe para sus alumnos de la Universidad Católica. Y dice que “vale traer a la memoria algunos antecedentes de la relación entre Globo y Lula en su primer intento presidencial en 1989, cuando el grupo de Roberto Marinho emprendió una ostentosa campaña a favor del candidato Fernando Collor de Mello. Lula fue víctima de críticas ácidas, se lo asoció al oportunismo, a la demagogia y al desorden”.
–¿Cuál ha sido la posición de Globo en esta coyuntura?
–Con el correr de los años, Lula ha dejado de ser ese personaje inaceptable que ya fuera para Globo. Yo no veo que Globo esté liderando una conspiración contra Lula en estos momentos; Lula ha sido dócil con ellos, cedió a todos sus reclamos, no tienen motivos para fomentar su caída. Aquí no ha ocurrido algo similar a Venezuela en 2002, cuando la prensa fue instigadora del golpe contra Hugo Chávez.
–¿Eso vale para el conjunto de los medios?
–En general, los medios no pueden ser acusados de montar una conspiración para derribar a Lula, porque la crisis que vive el gobierno viene de adentro, primero con las denuncias de Roberto Jefferson, que era un aliado, y luego con las de Duda Mendonça, al que yo llamaría como “Jefferson II”. No obstante es evidente que, vista en su conjunto, la prensa no es nada favorable al presidente y hay medios que llamaría panfletarios como la revista Veja. La prensa escrita es muy poco afín con el gobierno.
–¿Y eso influye pese a su poca tirada?
–En Brasil sólo unas 15 millones de personas leen diarios, pero esos pocos son muy influyentes como formadores de opinión. El grueso del público sigue la historia televisadamente; es llamativo el rating que tienen las sesiones de las comisiones parlamentarias de investigación. Las transmisiones parecen juicios sumarios donde los medios sustituyen a las instituciones del Estado de Derecho como la Fiscalía, acusando y condenando en tiempo real. Está allí el caso del asesor del PT detenido con miles de dólares; alguien dijo que los llevaba en el calzón y nadie le dio derecho a réplica. La TV Globo llegó a dar como bandidos a todos los que habían retirado dinero del Banco Rural, por el solo hecho de que allí se pagó parte de los sobornos.
–¿La espectacularización también se apoderó de la prensa escrita?
–En gran medida sí. El diario Folha de San Pablo dedicó una nota en su tapa dominical a la secretaria Karina Somaggio (testigo clave del escándalo), en un ensayo fotográfico donde posaba como si fuera una modelo. Creo que eso contribuye con la frivolización de la política. No es un fenómeno sólo de los medios, también la política se ha dejado llevar por la sociedad del espectáculo. Vuelvo al ejemplo de Karina Somaggio que, al declarar en la Comisión Investigadora Mixta de Investigación, sintió que habían llegado sus 15 minutos de gloria y no los quiso dejar pasar. Montada en la perorata moralista y oportunista, dijo que quería ser diputada para moralizar el Congreso y como no tenía recursos pensaba en posar en Playboy para costear su campaña.

Vidas paralelas:

–Unos comparan la debacle de Lula con la caída de Fernando Collor de Melo, en 1992; otros con Getulio Vargas, que se suicidó en 1954.
–Limitarnos a esas analogías puede ser una camisa de fuerza; creo que hay muchos elementos intermedios y a mi ver la crisis actual contiene elementos de la que llevó a Vargas al suicidio y la que obligó a Collor a renunciar. Tampoco creo que Lula ya tenga su destino marcado.
—¿Lula tiene margen para evitar el impeachment?
–Para que haya impeachment es necesario un grado de evidencias mayor de lo que hay hasta el momento. Es claro que Lula sabía de gran parte de lo que estaba ocurriendo; ahora la cuestión es probarlo. No creo que el asunto sea jurídico, sino político, y eso dependerá de la capacidad que el gobierno tenga para responder a la crisis. Si continúa incapaz de contraatacar en el Congreso, va mal. Estamos viendo una pérdida acelerada de la capacidad de gobernar. Pero en última instancia creo que Lula no va a caer sólo: seguramente tiene mucha información de los negocios turbios de la época de Fernando Henrique Cardoso, y creo que en una situación límite él va a jugar a todo o nada. Tampoco descarto una posible “chavización”, en la que Lula busque el respaldo de los movimientos sociales, inclusive los menos organizados.
–¿Las disculpas televisadas de Lula fueron creíbles?
–El discurso de Lula fue tímido: incluso el propio Tarso Genro, presidente del PT, hace mención a eso. Lula dijo que fue traicionado, que nada sabía, y yo me pregunto cómo un presidente puede ignorar algo de semejante dimensión. En segundo lugar, creo que se está sobreestimando el discurso presidencial como si pudiera ser redentor de la crisis. La oposición y los medios querían que Lula dijera “yo soy el culpable, llévenme preso”, se olvidan de que estamos en un estado de derecho, con derecho a defensa.
–Para algunos, las elites están con Lula; para otros, eso es falso.
–Las elites se favorecieron mucho con Lula, pero aquí hay una cuestión dialéctica y es que las elites quieren investigar la corrupción del sistema que ellas generaron, pero sin que eso las implique. Antonio Carlos Magalhaes (ACM), salido del Senado por corrupción hace unos años, ahora es el presidente de la Comisión de Constitución y Justicia y su nieto ACM III es el cruzado contra la corrupción en Diputados. Es poco serio. En cuanto al PSDB, el cuadro es más complejo, porque ahora está actuando con llamativa agresividad yendo contra la moderación que mostraron en uncomienzo. En el fondo hallo que conservadores y socialdemócratas actúan un poco guiados por ese resentimiento de clase que siempre les despertó el PT.
–¿Incluso este PT aggiornado?
–El PT trajo a los trabajadores al poder y, por otro lado, los trabajadores salieron del poder en el sentido de que el partido se burocratizó, surgió una casta de profesionales como Delubio Soares (ex tesorero y centro del esquema de corrupción). Así el partido se convirtió en una gigantesca máquina desvinculada del movimiento social. Imaginaron que con pragmatismo iban a tomar el poder, pero no vieron que el exceso de pragmatismo es conservadurismo. Creo que José Dirceu (ex superministro) se sintió como un nuevo Golbery do Couto e Silva (ex estratega de la dictadura militar 1964-1985).
–En estos días muchos recordaron que sólo tres presidentes civiles concluyeron sus mandatos en 60 años. ¿Lula logrará sortear esa maldición?
–No lo sé. La maldición está allí....

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