“No vamos a permitir que la crisis política afecte el sueño de este país de transformarse en una gran Nación.” Esta es la forma del presidente Inácio Lula da Silva de decir que por más que avance la crisis la política económica no se cambia porque la política económica está funcionando.
Mientras en el área de los números el gobierno todavía se puede jactar de sus aciertos, en el ámbito político las cosas son muy distintas. Por un lado, el Partido de los Trabajadores y la base aliada del gobierno podría sufrir una baja importante en la Cámara de Diputados cuando el pleno vote la destitución de 18 legisladores.
Por otro lado, un reciente aliado, el presidente de esta Cámara, Severino Cavalcanti, está siendo acorralado por la oposición que ha logrado una unidad poco común en este caso. Los partidos de la Social Democracia Brasileña, del Frente Liberal, Democrático Laborista y Verde decidieron ayer formalizar el pedido para que el presidente de la Cámara baja se aleje del cargo.
Según el diputado socialdemócrata Alberto Goldman, Cavalcanti “ya no tiene autoridad política para dirigir la Cámara baja”. También anunció que estos partidos formarán una comisión independiente –ya hay tres funcionando– para seguir investigando.