EL MUNDO
› DESALOJAN POR LA FUERZA A LAS 10.000 VICTIMAS DE KATRINA REMANENTES EN NUEVA ORLEANS
La ayuda humanitaria a punta de pistola
Policías y guardacostas irrumpieron ayer en lo que queda de Nueva Orleans con la orden de desalojar por la fuerza a las víctimas del huracán que se aferran a lo único que tienen: sus casas. Hay 10.000 en la zona y se espera que la Guardia Nacional adopte mañana una actitud aún más dura.
› Por Andrew Buncombe *
Desde Nueva Orleans
En realidad nadie se quería ir, todos tenían razones para quedarse. Más que nada, era el darse cuenta de que las casas en las cuales permanecían eran todo lo que tenían –y nadie sabía cuándo podrían volver a ellas–.
Pero entonces la realidad cruenta golpeó: sin comida ni agua, sin electricidad y sin expectativas reales de cambiar esta situación en un momento cercano, realmente no había alternativa a irse. Estos remanentes duros, de los cuales se cree que unos 10.000 aún están en esta ciudad, estaban siendo evacuados de Nueva Orleans ayer luego de que el alcalde Ray Nagin dijo que no había alternativa más que irse. Más de una semana después de que el huracán Katrina golpeara la ciudad, la policía, guardacostas y funcionarios federales han adoptado en esta etapa una actitud firme, diciéndole a la gente que realmente debe irse. Se espera que para mañana se pondrán aún más duros; un funcionario dijo que la Guardia Nacional se encargaría de cualquiera que se negara a irse por medio de tirarlos “sobre un camión”.
“Tenía elementos para seguir viviendo, comida y agua”, dijo Gregory Lukins, uno de los evacuados que estaban siendo trasladados a una playa de estacionamiento de vehículos en el Centro de Convenciones desde donde mil personas por día son trasladadas por aire al aeropuerto y subidas a aviones charter para salir de la ciudad. “Al principio no me quería ir, quería quedarme. Pero las condiciones estaban empeorando. No hay agua ni electricidad.” Lukins tiene una esposa y cinco hijos que ya han sido trasladados. Piensa que están en Texas. Llevaba una sola valija con ropa.
Una de las cosas que no sabía era dónde lo iban a llevar. “No me importa,” dijo. “Cualquier lugar es mejor que aquí.” Bobby Breaux y su pareja, Linda Washington, también se estaban preparando para abordar uno de los helicópteros. El agua había llegado al segundo piso de su casa en un momento pero desde allí había bajado. Breaux quería quedarse pero la señora Washington quería irse. “No me quería ir. El gobierno nos ha obligado”, dijo. “Los guardias civiles estatales vinieron y dijeron que no traerían más agua.” La señora Washington dijo: “No sabemos nada acerca de dónde vamos. Esa es una de las peores cosas. Da miedo”. Ayer la destruida ciudad estaba inundada con el sonido de helicópteros Blackhawk y Chinook y sus autopistas, aun en parte inundadas, estaban llenas de personal de rescate en botes de piso plano. “Los sonidos de Nueva Orleans eran el jazz, gente riendo, gente comiendo una buena comida”, dijo el alcalde Nagin. “Y ahora los sonidos de Nueva Orleans son helicópteros y vehículos del ejército. Esto es casi surrealista.” Un 60 por ciento de la ciudad sigue inundado. Dave Lesh, que lideraba un equipo de rescate de California en el distrito Downman, dijo que muchas personas se negaban a irse, incluso viviendo en zonas de aguas profundas. No había forma de forzarlos. “Si no se van lo único que podemos hacer es llevar un GPS (sistema de posicionamiento global) coordinado en su ubicación, e informarle a alguien sobre ello”, dijo.
Uno de los miembros de su equipo añadió: “Había un hombre con el agua hasta su pecho. Estaba sentado sobre una cerca y no se quería ir. Dijo que no hacía tanto calor para él y que dormía en su techo por la noche”. Muchas personas dijeron que se vieron forzadas a abandonar a sus mascotas. Una mujer, Mary Witte, dijo que fue forzada a dejar a sus dos galgos alemanes, aunque su hermano estaba en camino desde Texas para recogerlos. Les había dejado baldes de agua pero cree que morirán.
Estaba enojada. “No culpo a Bush, culpo a nuestro gobierno entero. Estamos demasiado ocupados metiéndonos en cosas ajenas para ayudar a nuestra propia gente”, dijo. “Soporté por nueve días. No había otra manera en que me decidiera a dejar a mis perros.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Virginia Scardamaglia.
Subnotas