EL MUNDO
› UN NOMBRAMIENTO SORPRENDENTE EN EL GOBIERNO CHILENO
Como ordene, mi general(a)
Michelle Bachelet, nueva ministra de Defensa chilena, es hija de un militar asesinado en la dictadura. Socialista, su perfil es extraño: tiene muy buena relación con las fuerzas armadas.
Mujer, socialista, hija de un militar asesinado por la dictadura de Pinochet y, desde ayer, ministra de Defensa del gobierno chileno. Se trata de la primera dirigente del socialismo en Chile y, en este momento, la única mujer en toda Latinoamérica en ocupar esta cartera. Michelle Bachelet, de ella se trata, fue uno de los 16 cambios en ministerios y secretarías que dispuso anteayer el presidente Ricardo Lagos, según él, para encarar los cuatro años que restan de su gobierno. El problema es que no está nada claro cuál será el programa, más allá de buenas intenciones centradas en el desempleo y la mejora económica. En cuanto a lo político, la Concertación necesita imponer ciertas reformas a la Constitución del ‘80, que ya envió el gobierno al Senado. Pero lo tiene que hacer en medio de una notable pérdida de fuerza frente a la derecha.
La historia de la llegada de Bachelet al Ministerio de Defensa es aún más interesante si se considera que su nombramiento no es tan político como lo indicaría algunos aspectos de su biografía. Michelle es hija del general de la Fuerza Aérea Alberto Bachelet, detenido por la cúpula golpista de su rama, encarcelado, torturado y acusado de traición a la patria, por su participación en una oficina gubernamental creada por el presidente socialista Salvador Allende para asegurar el abastecimiento de alimentos esenciales, entorpecido por huelgas y sabotajes de la oposición de derechas. Murió de un ataque cardíaco en la Cárcel Pública de Santiago en 1974.
La nueva ministra de Defensa pertenece al Partido Socialista. Pero hay otros aspectos de su biografía que no la ponen del lado de enfrente de los militares chilenos. Bachelet es experta y analista en temas militares, y estudió, recibiéndose con premios, en la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos y en el Colegio Interamericano de Defensa de Estados Unidos. Durante los gobiernos de la Concertación, fue asesora del ministerio de Defensa durante años y desde allí tejió relaciones con las Fuerzas Armadas, en especial con el recientemente designado jefe del Ejército, general Juan Emilio Cheyre, ex director de la Academia Militar durante la dictadura de Pinochet. Gracias a estas relaciones, Bachelet logró que la Fuerza Aérea hiciera un homenaje hace dos años a su padre.
Bachelet ingresó a la sede ministerial con honores de armas, la fanfarria de un orfeón y un llamado de trompeta. “Buenos días, señora ministra”, gritó ayer al unísono la formación protocolar de tropas de todas las ramas de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, en la ceremonia del nombramiento. “Las decisiones presidenciales no se critican ni pueden causar sorpresa”, dijo tras el acto el jefe de la Fuerza Aérea, general Patricio Ríos. La misma Bachelet habló sobre su sorprendente historia. “Conozco desde la cuna todos los códigos y todas las maneras de ser de los militares”, dijo. “Mi padre se hubiese sentido orgulloso de este nombramiento, sin dudas”. Respecto del papel de los militares en la dictadura, Bachelet señaló que ésta “fue producto de una doctrina, en el marco de la Guerra Fría y mundo bipolar. Y no creo que haya condiciones para que eso sea retomado. Ahora bien, es indispensable que exista un muy adecuado desarrollo y un trabajo muy serio para garantizar que el estado de derecho se cumpla y ese tipo de tentaciones no surja”.
Ahora bien, más allá de los cambios ministeriales, el gobierno de Lagos enfrenta algunas turbulencias políticas difíciles de digerir en el contexto económico y social de Chile. Visto desde la Argentina actual, Chile parece un paraíso. A nivel macroeconómico, tiene cuentas fiscales saneadas, crédito internacional abierto, baja inflación y altas reservas. Es la economía de mayor crecimiento del 2001 en Sudamérica y su crecimiento está “estancado” en un tres por ciento. Existen problemas sociales serios, pero el desempleo está en torno a un dorado (de este lado de los Andes) 10 por ciento. En este marco, la Concertación ha venido perdiendo terreno, al punto de que se impuso a la derecha en las presidenciales de 1999-2000 y en las legislativas del mes pasado por menos del cinco por ciento. Sin expansión económica visible en un marco de recesión mundial, más los consiguientes problemas sociales, la alianza de democristianos, socialistas y socialdemócratas sacó a relucir una de las bases de su programa: limpiar la Constitución pinochetista de sus llamados “enclaves autoritarios”. Pero el proyecto que el Senado tratará a partir del 14 de enero sólo se refiere a los senadores designados (no votados) y a la prohibición para el presidente de cambiar a los jefes de las fuerzas armadas, sin tocar por el momento el sistema electoral binominal que le da a la derecha más cargos de los que le corresponden. Aún más: en la medida en que los senadores designados vendrán en la próxima Cámara más de ex funcionarios de la Concertación que de la derecha, anular estos cargos, una medida aceptable en sí, es coyunturalmente favorable a los herederos de Pinochet.
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