EL MUNDO › UNA CUENTA DE CHIRAC Y OTRAS REVELACIONES
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Revelación de la identidad de uno de los informantes anónimos que desencadenó el escándalo de las supuestas cuentas bancarias abiertas por industriales y hombres políticos en el paraíso fiscal de Luxemburgo y denuncia contra el presidente Jacques Chirac sobre una presunta cuenta bancaria abierta en Japón: las principales cabezas del Estado francés estaban en el ojo del huracán. Ayer no quedaba un solo ejemplar del semanario satírico Le Canard Enchaîné, el especialista de las revelaciones incómodas. Dos informaciones publicadas por Le Canard agregaron misterio e ingredientes político-policiales al ya conocido escándalo “Clearstream”, la empresa con sede en Luxemburgo en donde apareció el nombre del ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, y de otros líderes políticos como titulares de cuentas corrientes.
Una de las informaciones del semanario alega que el famoso “informante anónimo” que en mayo 2004 envió a un juez francés los primeros documentos falsos con los nombres de los supuestos titulares de las cuentas en Clearstream no era otro que Jean-Louis Gergorin, vicepresidente del grupo aeronáutico y de Defensa AIDS y allegado a Dominique de Villepin. Gergorin, que renunció ayer a su cargo para defenderse, negó esas informaciones, pero el semanario francés es muy explícito en su resumen. La carta anónima llegó a manos del juez Renaud van Ruymbeke luego de que Gergorin mantuviera con él una reunión secreta en la que le detalló las “informaciones” que luego serían transmitidas por carta. El hombre, que se sentía amenazado, habría evocado ante el juez la identidad de todas las personas –espías, policías, industriales, intermediarios, algunos hombres políticos pero no Sarkozy– que supuestamente cobraron comisiones a través de Clearstream por la controvertida venta a Taiwan de seis fragatas fabricadas por la multinacional Thomson –hoy Thales–.
Estos argumentos arrinconan un poco más al primer ministro Dominique de Villepin, sobre quien apuntan todas las sospechas de ser el responsable de la manipulación contra Sarkozy. La cuestión de la “verdad” es tanto más densa cuanto que, en una entrevista publicada por el vespertino Le Monde, el juez Van Ruymbeke dice que le tendieron “una trampa y hoy mido el alcance de esta manipulación”. Algo, en efecto, ocurrió entre la entrevista del juez con Gergorin, la revelación de los nombres, la primera carta anónima –mayo 2004– y las dos siguientes –9 y 14 de junio del mismo año–. En el encuentro y en la misiva de mayo el nombre de Sarkozy no fue evocado. En las cartas anónimas de junio sí.
Y como todo parece atado al mismo temporal de Clearstream, un espía francés, hombre clave del caso Clearstream, el general Philipe Rondot, aseguró a los jueces que investigan sobre esa manipulación que el presidente francés tenía una cuenta corriente en Japón, en el Tokio Sowa Bank, con unos 50 millones de dólares depositados. El general afirmó que el contraespionaje francés, la DGSE, había confirmado la información y que los fondos habían sido pagados por una “misteriosa fundación cultural”, según sintetiza Le Canard Enchaîné. Manipulación, intoxicación, arreglo de cuentas entre facciones rivales, la veracidad de estas revelaciones fue categóricamente desmentida por el mismo Chirac. Es cierto que la historia de su cuenta japonesa no es nueva. Ya en 2002 Chirac había acusado al entonces primer ministro socialista Lionel Jospin de haber “utilizado los servicios del Estado para montar acusaciones contra él”.
Ayer, el jefe del Estado reaccionó con vehemencia en el curso de una poco habitual intervención al final del Consejo de Ministros. Chirac se rebeló “contra la dictadura del rumor y de la calumnia”. Sin citar explícitamente el turbio escándalo Clearstream, el mandatario condenó “la irrespetuosidady la explotación hasta al ultraje de los procedimientos judiciales en curso”. Y frente a los insistentes rumores que adelantaban la renuncia de su primer ministro, el presidente recalcó que “le doy toda mi confianza al gobierno de Villepin para dirigir la misión que le encomendé y espero que acelere aún más su acción”. Las tres principales cabezas del Estado se dicen víctimas de una maquinación. El presidente, su jefe de Gabinete, que denuncia las zancadillas que buscan hacerlo aparecer como el artífice del escándalo Clearstream, y el ministro de Interior, objetivamente el blanco del caso. Sarkozy se entrevistó con los jueces y al martes por la noche se presentó como víctima de “un complot” que “trata de ensuciar” su imagen.
Y mientras los miembros del Ejecutivo se devoran como lobos, la oposición socialista pide cada día no sólo la renuncia de Dominique de Villepin sino, también, la del mismo Jacques Chirac. Los diputados socialistas remitieron ayer una moción de censura a la Asamblea Nacional contra el gobierno de Villepin. La moción no tiene ninguna posibilidad de prosperar. El partido conservador UMP, dirigido por Sarkozy, detenta una cómoda mayoría, pero la moción será discutida el próximo martes. El texto de la moción socialista dice que “el divorcio entre el poder y los franceses ha quedado consumado con la implicación del Ejecutivo en el tenebroso caso Clearstream”. Nadie sabe qué surgirá mañana de estas agitadas tinieblas en cuyo borroso horizonte se esboza la elección presidencial de 2007. Sus posibles protagonistas se juegan sus candidaturas apostando en ello la misma integridad del Estado.
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