El reconocido abogado chileno de derechos humanos Roberto Garretón, en entrevista con Página/12, se refirió así a la tarea de los movimientos que reclaman justicia. Garretón advierte que existe un consenso universal de ese reclamo.
“Estamos en un equilibrio inestable”, explicó a Página/12 el abogado de Derechos Humanos chileno Roberto Garretón a la hora de describir la actual situación judicial de su país. Defensor de las víctimas de la dictadura desde la primera hora, Garretón asegura que Augusto Pinochet le cambió la vida. Pasó de ser un abogado de 32 años, con una oficina y un auto, a un férreo defensor de los derechos humanos, que ha ocupado altos cargos en esta área en gobiernos chilenos, la ONU y otros organismos internacionales. Esta semana fue invitado para participar en Buenos Aires en el seminario de “Igualdad de género, la lucha por la justicia en un mundo desigual”, organizado por el Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social.
–¿Por qué las violaciones a las mujeres en cautiverio quedaron relegadas en la revisión de la dictadura chilena?
–Habiendo estado en la primera línea de defensa desde el primer día, si hace cinco años me hubieran preguntado si fueron sistemáticas las violaciones de las mujeres, te hubiera dicho que no. Las mismas mujeres no hablaban del tema, no nos contaban lo que había pasado. Esto se debió tanto al pudor o porque la vejación es tan grande que cuesta volverla a contar, como porque el interés primario de la mujer liberada era ayudar en la búsqueda de los que estaban desaparecidos. Esto comienza a superarse en el año 2003, cuando 41 mujeres hicieron una declaración pública diciendo: nosotras fuimos presas políticas, sufrimos una violación. Es así que surgen los informes pedidos por (Ricardo) Lagos, que tuvieron gran difusión, pero hasta allí llegó. Los sectores políticos necesitan cerrar o salir, y la salida es jugarse. Mientras se deciden, los organismos de derechos humanos siguen presionando.
–¿Se trata de una reticencia de la sociedad o de la dirigencia política?
–Hay una reticencia propia todavía de la mujer. Creo que hubo más de tres mil mujeres detenidas en Chile. Pero hay muchas que no dieron el paso. Es un tema que hay que seguir desarrollando. Una cosa que me encanta de los movimientos de derechos humanos es que podemos no ganar nunca, pero seguimos con la pelea, aunque la clase política le quiera bajar el perfil.
–¿Por qué dice que la clase política le quiere bajar el perfil al asunto?
–Desde (Patricio) Aylwin hasta ahora han buscado la salida, el cierre, que no hablemos más, que la conciliación...
–¿Este discurso cambiará con el nuevo gobierno?
–(Michelle) Bachelet es la primera presidenta que dijo “no habrá impunidad”, y lo dijo tres días después de que un juez había aplicado la ley de amnistía. Eso es lo que necesitamos. Ayer también la Corte Suprema, en otro caso, falló en contra del cierre de la causa. ¡Por cinco a cero! (N. de la R.: Revocó la amnistía a seis militares en la causa Villa Grimaldi.)
–¿La decisión de la Corte se puede entender como un giro en los fallos judiciales en materia de derechos humanos?
–Un año atrás habíamos ganado sentencias que no eran definitivas, en primera o en segunda instancia, nunca de la Corte Suprema rechazando la amnistía. Habíamos ganado desafueros, reabierto causas, pero no un fallo definitivo de condena o de absolución en la Corte. Entonces, hace un año ganamos un caso cinco a cero en la Corte. Pasaron seis meses, cambió un ministro y se volvió a perder. O sea, estamos en un equilibrio inestable. El verdadero quiebre en Chile fue el 16 de octubre de 1998, cuando los ingleses detuvieron a Pinochet. Ahí cambiaron el discurso, por oportunismo, el gobierno de (Eduardo) Frei y los jueces.
–Usted asegura que se está construyendo una “cultura de los derechos humanos” en el mundo, ¿qué significa esto?
–Antes no había referentes éticos universales y esto permite que haya un control sobre los Estados. En cualquier anterior dictadura en la Argentina, ¿alguien pidió una Comisión de la Verdad, Juicio y Castigo a los culpables cuando terminó? Nunca. No se reclamaba. Hoy día, en cambio, es impensable no reclamar porque se ha ido creando un consenso universal.
–Y no sólo reclamar por violaciones de una dictadura, sino también por los derechos cotidianos. Se me ocurren las marchas estudiantiles de Chile en los últimos días...
–Creo que el gobierno ha ofrecido un diálogo, aunque tiene que seguir ahondando en esa dirección, ya que algunas de las reivindicaciones de los estudiantes son legítimas.
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