EL MUNDO › ALARCON HABLA DE CUBA HOY
El presidente de la Asamblea Nacional y portavoz público de Cuba en la transición dice que la revolución goza de buena salud.
› Por Emiliano Guido y Pamela Damia
Ricardo Alarcón es uno de los pocos voceros oficiales de la isla ante la prensa nacional y extranjera en esta coyuntura primeriza de Revolución Cubana sin comandante a la vista. Aunque la información esté encorsetada por el secreto de Estado, Alarcón analiza con generosidad la proclama firmada por Fidel Castro el ultimo día de julio a las 6.22 pm: una hoja de ruta para conocer los nuevos mandos del poder en Cuba.
Alarcón, de 72 años, tiene varias tarjetas de presentación. Por un lado, preside el órgano colegiado más democrático del país, la llamada Asamblea Nacional del Poder Popular, que está conformada por diputados elegidos por el pueblo. Uno de ellos es Silvio Rodríguez, a petición de las organizaciones sociales o de masas. Pero, también es miembro del Buró Político del Partido Comunista, el núcleo duro donde se digitan las políticas de Estado. De ahí que sea el encargado de negociar con Estados Unidos en conflictos estratégicos. No sólo habla a la perfección el inglés, conoce “las entrañas del monstruo”, como diría José Martí, ya que hace 40 años, después de egresar como cuadro estudiantil, pisó Nueva York como embajador ante las Naciones Unidas.
Al día siguiente de que la televisión cubana repitiera tres veces el estado del tiempo para dar el anunciado comunicado oficial, Alarcón llegó al hotel concertado del barrio céntrico El Vedado en un Lada blanco, icono de la herencia soviética, con un habano a mitad de camino y vestido muy informal, apenas una chomba para mitigar el verano cubano.
Ese mediodía Alarcón había visitado a Fidel en enigmático hospital y luego había protagonizado un mitin político con los trabajadores de la Asamblea Nacional. Antes que dirigente comunista, Alarcón fue periodista, por lo tanto sabe cómo suministrar la información. No vulnera el cerco periodístico, pero reconoce la gravedad de la situación. Más allá de cuánta verdad hay sobre la salud del líder cubano, Alarcón deja entrever que esta etapa vale como ensayo para entender el futuro del país.
–Si bien la proclama oficial de Fidel del 31 de julio está basada en la sucesión constitucional, ¿puede interpretarse la transición en los cargos de gobierno como un fortalecimiento del Partido Comunista como conductor de la revolución?
–En primer lugar sustituir a Fidel es un reto, porque es un gran trabajador, y esto que le pasó fue justamente por eso. No es un presidente usual que está para sacarse fotos, firmar carticas protocolares o disfrutar de la vida. Fíjate que hay 3 artículos (de la proclama) que se refieren a Raúl, que son obvios porque están en la Constitución y en lo que se refiere al partido, en su estatuto. Lo que pasa es que, además, Fidel no sólo es el presidente sino el tipo que ha estado dirigiendo paso a paso los programas masivos de asistencia médica, la Batalla de Ideas, el tema de la revolución energética. El tuvo la sabiduría de tomar esas decisiones a pesar de su estado de convalecencia luego de la complicada operación. Con respecto a los programas de salud, el designado es (José Ramón) Balaguer, ministro de Salud Pública. Carlos Lage en la cuestión energética porque él siempre estuvo metido en eso, ya que es el secretario del Comité Ejecutivo, quien maneja los ministerios. Y la cuestión de los financiamientos para los tres programas: designa a Lage, al presidente del Banco Central (Francisco Soberón Valdés), al canciller Felipe Pérez Roque que también ha estado metido en eso; y para la cuestión educativa, Fidel designa a (José Ramón) Machado y a (Esteban) Lazo que es la persona que atiende esa área en el partido. Es bastante lógico, pone a miembros del Buró Político pero no quiere decir que necesariamente es el partido el que va a llevar esto, son compañeros con nombre y apellido que van a hacer lo que él hacía, cosa que es una tremenda carga. Lo del fortalecimiento del partido es real, pero tiene que ver con un sentido más general de combatir los errores o las deficiencias de la sociedad cubana. Por eso la decisión de volver a crear el Secretariado, traer al órgano central a compañeros que se han destacado en otras provincias, que en muchas actividades han tenido resultados exitosos. Pero a mi juicio no se debe a los cambios generacionales que son inevitables.
–Raúl Castro en algunas oportunidades ha dicho que el sustituto de Fidel es el partido.
–Bueno, es una manera modesta y comprensible de decir que era él, porque no queda muy bien que él hable de él mismo.
–¿Y el papel de las fuerzas armadas?
–Por supuesto que tienen un papel importante, porque éste es un país que está amenazado. Pero al interior, la defensa se concibe de una manera diferente; por ejemplo, aquí los yanquis no se enfrentarían con un ejército sino con un pueblo armado, que es diferente.
–¿La concepción vietnamita de “guerra de todo el pueblo”?
–Claro, y por supuesto que son un pilar los militares profesionales, pero todos, todos los demás sabemos lo que tenemos que hacer si empiezan a sonar los tiros.
–En un artículo reciente de John Lee Anderson sobre Cuba publicado en el New Yorker, lo nombra a usted como un posible sucesor de Fidel Castro.
–Conozco ese artículo y hablé varias veces con Lee Anderson; esa nota me parece una infamia. Más que el New Yorker, parece el “Miamier” porque se monta en la onda de la literatura poscastrista, con los clichés de la transición y todo esa basura. Cae en las mismas cosas de siempre, nos nombra a varios que supuestamente seríamos la transición. Ahora, en el fondo, es una superficialidad; nosotros somos personas conocidas porque hablamos en o para el exterior, pero nadie sabe los nombres, por ejemplo, de los que conforman el Secretariado, quienes no están ahí por casualidad, en el interior de Cuba son muy conocidos y trabajan mucho. Es esta cosa de que tú eres una personalidad en el país si te entrevistó la CNN, si no, no existes. Esa es una visión, en el fondo, colonialista y bastante racista.
Fíjate, yo le explicaba a ese norteamericano, la edad promedio de la Asamblea de 600 miembros que yo presido es de 45 años, y eso que entre los diputados está Fidel Castro que está por cumplir 80. Lo mismo en la Asamblea Provincial, en el Comité Central o provinciales del partido. En todos lados lo que predomina son los jóvenes. Yo siempre pongo como ejemplo: Felipe Pérez Roque nació el mismo año en el que yo empezaba mi carrera diplomática en Naciones Unidas. Las generaciones nos vamos sustituyendo, es lo normal, así es la vida. Entonces, la propaganda sobre Cuba la presentan como si fuéramos un país congelado en el tiempo, hay que estar loco de remate para pensar que son los mismos tipos que bajaron de Sierra Maestra los que están gobernando hace 50 años. Eso no tiene nada que ver con la realidad; claro que hay excepciones como Fidel Castro, pero también él era muy joven al principio de la revolución y además tuvo en estos años una salud envidiable.
–¿El viaje de Fidel a la Cumbre del Mercosur en Córdoba se puede leer como una respuesta a la intención de Washington de aislarlos?
–Fue una reunión muy importante, la más importante en mucho tiempo en América latina. Sí, Fidel se percató de la magnitud de la reunión. Fue la primera vez que se reunió todo el Mercosur con Cuba más algunos países invitados vinculados con el bloque como México o Bolivia. Además de que se iba a suscribir el acuerdo comercial.
–Como presidente de la Asamblea Nacional, ¿cuál diría que es el estado de salud del gobierno cubano hoy?
–Mira, hay muchas lecturas que se pueden sacar de la proclama; cuando se tuvo que someter a esa operación, fue un problema porque había que buscar la gente para que se ocupe de todas las cosas de las que era responsable Fidel. Porque ya dije, no es un presidente cualquiera. Si eso ocurriera en otro país, ni siquiera sería noticia y el vicepresidente asume tranquilamente. Pero, por supuesto, es un reto para tantos compañeros porque hay que ponerle la misma dedicación que Fidel les pone a todas las cosas. El no sabe hacer nada a la mitad, lleva todo hasta el final.
Y por suerte esto no es definitivo, porque es obvio que su capacidad mental está perfecta. Y desde la cama habló con todos, no paró ni siquiera en esta situación. Pero él puede confiar en que todos nosotros estamos convencidos de nuestra revolución y que detrás hay muchos jóvenes.
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