La relación entre los presidentes de Cuba y Brasil se remonta a los orígenes del PT, el partido obrero fundado por Lula. Siempre fueron amigos, aun en los momentos más críticos de la relación bilateral. Cómo se conocieron en Nicaragua.
› Por Darío Pignotti
Desde San Pablo
“Querido presidente y amigo, en nombre de la amistad que nos une y de la larga lucha que trabamos por el desarrollo y la igualdad de los pueblos quiero transmitirle mis votos de pronta recuperación. Estoy aquí expresando, caro presidente, mi sentimiento personal, de mi gobierno y de sus muchos amigos en Brasil.” Los términos del mensaje enviado por Luiz Inácio Lula da Silva a Fidel Castro el 1º de agosto, luego de conocerse su delicado estado de salud, no son de mero protocolo. El mandatario brasileño mostró evidente pesar por la suerte de su colega, con quien mantenía contacto habitual igual que algunos hombres clave de los dos gobiernos. Por lo mismo suscitó alarma la versión publicada hace una semana en el diario Folha de Sao Paulo, según la cual en el Palacio del Planalto saben que el cuadro de Castro es irreversible. La especie, recogida de fuentes próximas a Lula, fue desmentida categóricamente por el gobierno y ratificada por el periódico.
La relación entre Lula y Castro tiene la misma edad que el Partido de los Trabajadores, 26 años. La última vez que se vieron fue en julio pasado, durante la Cumbre del Mercosur en la que Cuba, con pleno acuerdo de Brasilia, recibió un espaldarazo económico y diplomático contra el bloqueo estadounidense.
Lula y Fidel se conocieron en julio de 1980. A principios de ese año el entonces líder sindical brasileño había fundado el PT, visto con más escepticismo por la izquierda local que por Castro quien lo recibió en Nicaragua durante los festejos del primer aniversario de la revolución sandinista.
Una de las razones para que el cubano apostara por el joven sindicalista y lo convidara a viajar a La Habana, fue que éste iba en compañía de Frei Betto, al que conocía por su trabajo junto al gobierno de Managua y por su aporte teórico a la Teología de la Liberación.
Cuba ha estado invariablemente en la agenda internacional del PT. En 1989 Lula aterrizó en La Habana durante una gira previa a la primera de sus 5 postulaciones a la presidencia de la nación.
Pese a que cultivan relaciones fraternales, petistas y comunistas cubanos nunca han disimulado sus divergencias ideológicas. Nacido en la resistencia contra la dictadura militar el PT siempre defendió el pluripartidismo y las elecciones. Fue así que a comienzos de 1989 un miembro de la comitiva petista le preguntó a Castro sobre la posibilidad de convocar a un plebiscito, idea respaldada por varios intelectuales de todo el mundo. La respuesta de Castro, en la Casa de Protocolo donde se alojaba Lula, fue tajante: “¿Qué plebiscito? Aquí en Cuba todos tienen armas, si quieren cambiar el gobierno es muy fácil, sólo necesitan tomar las armas”. Para recomponer el clima de camaradería los brasileños convidaron al mandatario a cenar feijoada en la modesta sede de la embajada brasileña, en La Habana Vieja donde la tertulia, regada de cashaca y mojitos, se prolongó hasta el amanecer.
Meses después, en marzo de 1990, Castro visitó a Lula en San Bernardo do Campo, cordón industrial paulista, un gesto que hasta hoy el presidente brasileño recuerda con gratitud. “En la toma de posesión de Collor, cuando todas las honras eran para el vencedor, Fidel fue a cenar con el candidato derrotado (en las elecciones).”
Ese mismo año el PT, con el aval del Partido Comunista Cubano, lanzó el Foro de San Pablo, donde se agruparon diversos partidos de izquierda latinoamericanos entre los que se contaban desde los progresistas del PRD mexicano hasta el Frente Farabundo Martí de El Salvador. Desde ese espacioamplio los brasileños contribuyeron en los primeros años ’90 a mitigar el aislamiento diplomático cubano agravado por la asfixia económica derivada de la caída de la URSS.
En septiembre de 2003, ya como presidente en funciones y pese a las críticas de la oposición y la prensa, Lula viajó a Cuba junto, entre otros, a su jefe de la Casa Civil, José Dirceu, que durante años viviera asilado en aquel país. Entre los diversos acuerdos bilaterales se destacaron las inversiones de Petrobras y la construcción de una nueva embajada, que será levantada en un terreno de 8 mil metros cuadrados del barrio habanero de Miramar, donado por Cuba, y cuyo diseño fue confiado al afamado arquitecto comunista Oscar Niemeyer, el mismo que proyectó Brasilia.
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