EL MUNDO › OPINION
› Por Robert Fisk *
Los están excavando todo el tiempo, al creciente número de muertos del conflicto del Líbano. El poeta estadounidense Carl Sandburg habló de los muertos en otras guerras e imaginó que él era el pasto bajo el cual serían enterrados. “Pónganlos abajo y déjenme trabajar”, dijo de los muertos de Ypres y Verdun. Pero en el Líbano están levantando sistemáticamente toneladas de escombros de los techos viejos y de los edificios de departamentos y encontrando a familias debajo, abrazados unos con otros en el momento de su muerte, cuando sus hogares se caían por los ataques de la fuerza aérea. Hasta anoche, habían encontrado 61 cuerpos, lo que aumentaba el número de muertos de la guerra de 33 días a casi 1300.
En Srifa, al sur del río Litani, encontraron 26 cuerpos debajo de unas ruinas sobre las que yo me paré hace sólo tres días. En Aimata había ocho cuerpos más de civiles. Se descubrió un cadáver debajo de una casa de cuatro pisos al norte de Tiro y, cerca de ahí, los restos de una niña de 16 años junto a los de tres niños y un adulto desconocido. En Khiam, en el este del Líbano, asediada por los israelíes durante más de un mes, el anciano “mukhtar” del pueblo fue encontrado muerto entre las ruinas de su hogar.
No todos los muertos eran civiles. En Kfachouba, los conductores de un camión volquete encontraron los cuerpos de cuatro miembros de Hezbolá. En Roueiss, sin embargo, los trece cuerpos que se encontraron entre los escombros de ocho edificios de diez pisos eran civiles. Incluían siete niños y una mujer embarazada. Diez cuerpos más fueron sacados de entre los escombros en los suburbios del sur de Beirut, donde la gente del lugar decía que todavía podían oír los gritos de los vecinos atrapados debajo de los edificios de departamentos destruidos por las bombas. La organización de defensa civil libanesa –casi tan valiente como la Cruz Roja libanesa para tratar de salvar vidas bajo fuego durante la guerra– cree que por lo menos tres familias pueden estar atrapadas en los sótanos, enterrados profundamente bajo de los escombros.
Ignorando los peligros de proyectiles sin detonar, varios libaneses musulmanes chiítas regresaron a sus hogares destruidos para recuperar sus objetos personales –incluyendo fotos familiares y álbumes que contienen la historia de sus vidas– sólo para caer entre los huecos de los destruidos bloques de departamentos. Entre los últimos en morir minutos antes de que el cese de fuego de la ONU entrara en vigor, estaba un niño que fue encontrado en los brazos de su madre muerta en Beirut.
Cuantos de esos muertos podrían haber sobrevivido si el presidente George W. Bush y Tony Blair hubieran exigido un inmediato cese de fuego hace una semana no lo sabremos jamás. Pero muchos hubieran tenido la oportunidad de vivir si los gobiernos occidentales no hubieran considerado que esta guerra sucia era una “oportunidad” para crear un “nuevo” Medio Oriente humillando a Irán y Siria.
* Desde Beirut. De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.(Versión para móviles / versión de escritorio)
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