EL MUNDO
› CORRE DESDE HOY EL PLAZO DE COLOMBIA A LAS FARC
Hola ejército, adiós Farclandia
De no llegarse a un acuerdo –o a una nueva postergación– para la noche de hoy, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia tendrán 48 horas para abandonar el santuario que ocupan desde hace cuatro años en el sur del país, y puede ser inminente el estallido de hostilidades.
Por Martin Hodgson *
Mientras miles de tropas avanzan hacia un vasto enclave controlado por los rebeldes, el enviado de la ONU a Colombia tiene hasta esta noche para reunir al gobierno y a los guerrilleros en la mesa de negociaciones, en un intento de revivir el proceso de paz del país. El representante de la ONU, el norteamericano James LeMoyne, se ofreció como mediador después de que el presidente Andrés Pastrana anunciara esta semana que las negociaciones para poner fin a casi cuatro décadas de guerra civil habían fracasado. “El objetivo de paz vale tanto y el costo de la guerra fue tan terrible, que le pido a las partes que hagan todo lo que esté a su alcance para encontrar una solución a la presente crisis”, dijo LeMoyne.
Si no logra quebrar el estancamiento, Pastrana dará a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) hasta el lunes a la noche para retirarse del santuario creado en 1998 como una precondición para las conversaciones. La marcha de tropas del gobierno hacia la zona señala el fin de uno de los más audaces experimentos sociales del mundo. La zona, del tamaño de Suiza y llamada Farclandia por los periodistas visitantes, se convirtió de hecho en un estado dentro de un estado. En lugar de una fuerza policial sólo hay guerrilleros adolescentes patrullando las calles. No hay juzgados, sólo “oficinas de queja” rebeldes. Hay carteles que proclaman “FARC: ejército del pueblo” a lo largo de los caminos. En una declaración el jueves, un comandante de las FARC, Raúl Reyes, volvió a desmentir que los rebeldes se hubiera retirado de las conversaciones. “El que debe volver a la mesa de negociación es el gobierno, no las FARC, ya que nunca nos fuimos”, dijo.
Las conversaciones han estado al borde del colapso muchas veces, pero el proceso de paz entró en su crisis más seria el miércoles, cuando Pastrana dijo que los rebeldes no estaban negociando seriamente, y les dio 48 horas para irse. Unas 10.000 tropas de gobierno avanzan hacia las fronteras de la región, y los rebeldes parecen haber desmantelado varios campos. En la ruta hacia la zona ayer, las tropas del gobierno parecían ansiosas por llevar la batalla al centro de la tierra de las FARC. “Sólo estamos esperando la orden del presidente. Queremos seguir con esto tan pronto como podamos”, dijo un capitán de infantería dirigiéndose hacia la zona desmilitarizada con sus tropas. A una hora de distancia por la ruta, justo en las afueras de San Vicente del Caguán, la ciudad más grande de la zona, todavía había pintadas rebeldes que decían “No a la intervención gringa en Colombia”, pero ayer no había guerrilleros patrullando las calles, y en la polvorienta plaza principal de la ciudad, la oficina de prensa de las FARC estaba abandonada.
El colapso del proceso de paz provocaría inquietud mucho más allá de las fronteras del país: el 90 por ciento de la cocaína del mundo y crecientes cantidades de heroína se producen en Colombia. Las drogas y la violencia política están unidas en un círculo vicioso especial: los guerrilleros y los paramilitares de derecha financian sus campañas con dinero de la droga, y la industria de narcóticos se enriquece en medio del caos de la guerra civil. Desde 2000, Estados Unidos envió más de 1000 millones de dólares básicamente en asistencia militar para apoyar la estrategia antinarcóticos el Plan Colombia. Los comandantes de las FARC lo ven como un velado programa de contra insurgencia, y cualquier escalada de conflicto político probablemente complique aún más la guerra contra la droga de Estados Unidos.
Cuando comenzaron las negociaciones en 1998, San Vicente fue llamado “un laboratorio de paz” pero el audaz experimento de Pastrana puede haber tenido fallas desde el comienzo. Cuando las tropas y la policía fueron retiradas de la región en 1998, unos 90.000 colombianos se encontraron de la noche a la mañana viviendo bajo el régimen de las FARC. San Vicente se encontró de pronto muy detrás de la nueva línea fronteriza, y en condiciónde capital de un nuevo feudo. En teoría, las autoridades civiles permanecían en control, pero dentro de la zona la palabra de las FARC era ley. Los guerrilleros instalaron puestos de control en todas las rutas importantes, y los comandantes rebeldes resolvían todas las disputas, desde peleas de bar hasta conflictos familiares. Las conversaciones entre los dos lados continuó, pero no hubo adelantos en temas substanciales como las reformas agraria y económica, la industria de la droga o los derechos humanos.
Los críticos del proceso de paz usaron la arbitraria ley de las FARC dentro de la región como arma contra Pastrana, y a medida que pasaba el tiempo, la zona desmilitarizada misma se convirtió en el principal tema de debate. Muchos colombianos se volvieron escépticos ante el proceso de paz cuando las FARC usaron su enclave para encarcelar a víctimas secuestradas, entrenar a nuevos reclutas y lanzar ataques a ciudades en el sur del país. Protegido de la violencia de la guerra, San Vicente ha gozado de algo así como un boom económico en los últimos tres años: bares y burdeles abren a la hora del desayuno, y las tiendas están atiborradas de equipos de alta fidelidad y juguetes de plástico. Ahora los habitantes de la zona temen que los escuadrones paramilitares de la muerte lleguen inmediatamente después que las tropas del gobierno. Los hombres de la milicia de extrema derecha normalmente apuntan a civiles desarmados, a quienes acusan de ayudar a los guerrilleros.
María Prudencia, una propietaria de restaurante que normalmente servía el almuerzo a los rebeldes, dijo: “Cuando uno tiene un negocio, le vende a quien sea que esté, pero por eso dicen que aquí somos todos guerrilleros”, dijo. “El gobierno nos dice que no nos preocupemos por nuestra seguridad, ¿pero quién nos garantiza que estaremos a salvo? ¿Qué pasa si los paras llegan antes que el ejército?”. Dimas Vargas fue más filosófico mientras buscaba la sombra bajo la lona del puesto donde vende jugo de caña de azúcar. “Teníamos miedo antes de que se fueran las tropas, teníamos miedo de los guerrilleros mientras estuvieron aquí y tenemos miedo de lo que suceda después. Estamos acostumbrados a tener miedo.”
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère