Dom 12.11.2006

EL MUNDO  › TRAS LA VICTORIA EN LAS LEGISLATIVAS, LOS DEMOCRATAS TIENEN LA MEJOR CHANCE PARA EL 2008

La carrera presidencial tiene cara de mujer

La competencia por la Casa Blanca comenzó al minuto siguiente de conocerse que los demócratas pasaban a controlar el Congreso. Hillary Clinton se perfila como la candidata de la oposición. McCain podría ser el principal aspirante de los republicanos. Pero reviste un problema: quiere mandar más tropas a Irak.

› Por Rupert Cornwell *

Mientras los demócratas celebran que retomaron el control de la Cámara de Representantes y del Senado en las elecciones de mitad de término de la semana pasada, los pronósticos lucen bien para la ex primera dama. Pero la competencia presidencial de 2008 está lejos de haberse cerrado: parece ser la más abierta de las que se recuerda. Podrán no creerlo, dada la furia de especulaciones, pero hasta el día de hoy, sólo dos personas han declarado de hecho sus intenciones de candidatearse para la presidencia de Estados Unidos. Y no se sientan insultados por el hecho de que, probablemente, no hayan escuchado nombrar a ninguno de ellos. Uno es Duncan Hunter, presidente saliente del Comité de Servicios Armados de la Cámara baja, y el otro Tom Vilsack, el gobernador demócrata de Iowa.

Pero no estarán solos por mucho tiempo. La carrera presidencial de 2008 es probablemente la más abierta que se recuerde. No sólo no hay alguien que busque la reelección. Por primera vez desde 1952, cuando Dwight Eisenhower derrotó a Adlai Stevenson, un vicepresidente no intentará reemplazar a su jefe –lo que parece bien, dada la tremenda impopularidad de Dick Cheney–-. El país está de un humor volátil y contrariado. La crisis en Irak, la confrontación con Irán o un nuevo ataque terrorista podrían transformar el panorama político de un golpe.

En realidad la carrera presidencial comenzó en el segundo en que cerraron los últimos centros de votación de Hawaii el martes por la noche. En estas semanas, quizás días, otros harán sus anuncios. En este momento, el 2008 está magníficamente servido para los demócratas. Para ese entonces los norteamericanos habrán soportado ocho años de una presidencia cada vez más desastrosa, que arrastró a su país a una guerra innecesaria y detestable. Al menos temporariamente, la ideología conservadora que ha conducido el Partido Republicano está agotada. Tal como mostraron las elecciones de mitad de término, Estados Unidos quiere un cambio. Los demócratas no ganaron la batalla por el Congreso; los republicanos la perdieron. Como dueños del Senado y la Cámara de Representantes por primera vez en 12 años, los primeros tienen su mejor chance para publicitar sus ideas desde que Bill Clinton dejó la presidencia, en enero de 2001.

Si bien es cierto que aún no declaró su intención de candidatearse, Hillary Clinton domina el potencial campo demócrata. Según un sondeo de la CNN de la semana pasada, fue elegida por el 28 por ciento de los partidarios demócratas –un número que incluso podría haber sido mayor a no ser por la repentina emergencia de un tal Barack Obama como potencial candidato–. Obama se vio favorecido por el 17 por ciento, seguido de Al Gore y John Edwards con 13 por ciento cada uno, y John Kerry, perdedor en 2004, con 12 por ciento. El valiente Sr Vilsack sólo obtiene un 1 por ciento.

Pero cada uno de ellos tiene desventajas. La señora Clinton se beneficia de su gran reconocimiento personal y de una organización de primera clase. Descripta desde hace tiempo como la Madame Mao de la política estadounidense, ha pasado sus seis primeros años de mandato creando una imagen de centrista. Ha hecho amistad con políticos del otro bando, incluso algunos que lideraron el intento de someter a su esposo a un juicio político. Y, por supuesto, está casada con el político con más talento natural que ha producido Estados Unidos en medio siglo. ¿Garantiza esto una restitución Clinton? De ninguna manera. Su prolongado apoyo a la guerra ha lastimado a Hillary y podría perder parte de su electorado liberal. Además, pese a todos sus esfuerzos, se mantiene como una figura profundamente polarizante. El rol de Bill en una presidencia de Hillary no es claro. Muchos temen que puede ganar las primarias, pero no las elecciones generales contra un republicano con una fuerte convocatoria a los independientes, como John McCain. Unos pocos creen que incluso podría no candidatearse.

El ex vicepresidente Al Gore, perdedor en 2000, tiene un reconocimiento similar, y su larga oposición a la guerra de Irak y la defensa de la ecología han potenciado su popularidad, sobre todo en la izquierda. El problema es que ha desechado virtualmente candidatearse para el 2008. Y si entrara en la carrera, el 2000 probó que Gore es desastroso a la hora de hacer campaña. Kerry quiere competir desesperadamente de nuevo. El problema es, sin embargo, que tuvo su oportunidad hace dos años, y la arruinó.

El comodín, por supuesto, es Obama. Sí, con apenas 45 años y dos años de servicio en el Senado, y sus políticas que difícilmente se extienden más allá de los lugares comunes. Sin embargo la reciente y exitosa presentación nacional de su libro, titulado La audacia de la esperanza (Audacity of Hope), ha sido un claro presagio de una posible candidatura a la Casa Blanca, similar a la incursión de Colin Powell al promover su autobiografía en 1995. “Espere a tener más experiencia”, le dicen. Pero la regla número uno para los aspirantes presidenciales es “si aparece la oportunidad, tómala”.

El descontento obviamente milita contra cualquiera contendiente republicano, como lo hace cualquier cambiante enfoque ideológico estadounidense. El país puede ser todavía moderadamente conservador, pero la marea se está alejando del conservadurismo duro personificado por esta administración. Pero el voto para presidente es el voto más personal que emite un estadounidense. Después de todo, es la cara del individuo que estará en la TV de su living room en tiempos de crisis, anunciando el triunfo o el desastre, la guerra o la paz. De ahí, la regla número dos para los aspirantes a presidente: debe ser agradable. Reagan era más afable que Carter, George Bush padre dio la impresión de ser más divertido que el tenso Michael Dukakis, y ¿quién podría ser más encantador que Bill Clinton? En cuanto a George W. Bush, piensen de él lo que deseen: en 2000, le ganó la competencia de “quisiera tomar una cerveza con él” a Gore.

Esta es una de las razones por las cuales se presume que McCain podría ser el principal candidato de los republicanos. Ha cortejado a los conservadores cristianos que le negaron la nominación en el 2000. Es un recaudador de fondos increíblemente efectivo y tiene conformado un gran equipo, incluyendo importantes estrategas de las campañas de Bush de 2000 y 2004. Las dudas, sin embargo, son dobles. ¿Se entusiasmará Estados Unidos con un candidato que quiere mandar más tropas a Irak? ¿Y tiene la suficiente salud? Si es elegido, McCain, a los 72 años, sería el hombre de más edad que haya ganado la Casa Blanca. También tiene antecedentes clínicos de melanoma. Por esa razón, algunos miran hacia otros lados. En 2008, cualquier cosa es posible.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Virginia Scardamaglia.

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