El famoso espectáculo de acrobacia se ha convertido en un icono cultural del cerrado régimen comunista de Kim Jong Il.
› Por Ramiro Trost *
Desde Geumgangsan
Cuatro de la tarde. Como cada día, sin pausa, 150 acróbatas darán vida a un show calificado por muchos como único. Las 620 personas, que colman el Centro Cultural Geumgang y que han pagado entre 25 y 30 dólares por asiento, aguardan con expectativa. Empiezan los acordes de una orquesta en vivo con más de 40 músicos, ubicada en un balcón a la derecha del auditorio. Todos los artistas salen a escena mientras en el fondo del escenario se suceden fotos apocalípticas de paisajes montañosos norcoreanos. Una joven vestida con hanbok, el traje tradicional coreano, presenta al grupo con un tono mezcla de soprano y marcial. El espectáculo comienza.
La Compañía de Acrobacia Moranbong de Pyongyang fue creada en el año 1962 y es uno de los conjuntos más representativos de esta disciplina de Corea del Norte, junto a la Compañía de Acrobacia de Pyongyang. Si esta última es famosa por las piruetas sobre el agua, el hielo y con animales, la de Moranbong es conocida en el mundo por las acrobacias corporales a través de dinámicas interpretaciones artísticas. Podemos decir que es la versión comunista del Cirque du Soleil.
Esta clase de circos y espectáculos culturales masivos ha sido una forma muy popular de entretenimiento en los países socialistas. El régimen norcoreano no es la excepción y hace uso de estas herramientas de cohesión social y propaganda. Durante el show que presenciamos, de 90 minutos, los espectadores se ven subyugados por un despliegue de habilidad y gran entrega. Todo se sustenta en horas y horas de entrenamiento para presentar un espectáculo de precisión militar. La función se ha convertido en un icono cultural.
A una escala aún mayor está el Festival Arirang, que se realiza sobre una tribuna y el césped del estadio de Pyongyang. El acto es la exacerbación de la interacción colectiva y un exponente de la unidad del pueblo coreano. Calificado como “el mayor espectáculo coreográfico socialista del planeta”, los cuerpos de 100 mil jóvenes en movimiento dan vida a la heroica historia norcoreana, como si uno estuviese viendo una película. Park Mi Na, una estudiante surcoreana que presenció la función del circo junto a un grupo de compañeros de la universidad, compartió con Página/12 su sorpresa ante el espectáculo, al que definió como único. La joven nos dijo que nunca vio algo tan perfectamente sincronizado, evidencia también del rigor al que son sometidos los acróbatas.
Un matrimonio coreano, que vivió muchos años en Buenos Aires y ahora está radicado en Surcorea, también brindó su testimonio a este diario. Yoon Kyung Joong y su esposa, Lee Chung He, relacionaron la precisión de los saltos con las masivas demostraciones o desfiles militares que se realizan en el centro de Pyongyang y se ven por televisión en el Sur. También hicieron hincapié en la férrea disciplina que impone el gobierno del Norte sobre artistas y deportistas.
El régimen desarrolla rigurosos programas de capacitación para ellos, tanto en el caso del Circo de Pyongyang como en el Festival Arirang. Duras y dolorosas prácticas individuales deben redituar en el bien del conjunto. El error de uno es la falla de todos. La concepción orgánica de la política norcoreana también se traslada al ámbito artístico y deportivo.
El reconocimiento internacional del circo es usado por el gobierno para elevar el nacionalismo. Un cable difundido por la Agencia Central de Noticias de Norcorea dice: “La acrobacia aérea de Corea del Norte ocupa lugares destacados en la escena mundial, demostrando sin reserva la inteligencia y el ímpetu de la nación coreana”.
En un marco antológico y en medio de piruetas triples, saltos cuádruples mortales e inéditas proezas, los acróbatas surcan en el aire imprevisibles trayectorias. Por momentos uno se sumerge en el espectáculo y parece olvidar los misiles, las armas nucleares, los campos de presos políticos y las hambrunas de la población.
Todo eso, junto, es Corea del Norte. Un pueblo que ha dado muestras sobradas de tenaz obstinación. Y un gobierno que, como los acróbatas del circo, ha convertido su andar sobre la cuerda floja en una marca registrada.
* Cuarta y última nota de la serie.
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