EL MUNDO › UN CONGLOMERADO DE PARTIDOS Y ORGANIZACIONES SE UNEN PARA ENFRENTAR A CHAVEZ
Después del apoyo al golpe de 2002 y a la huelga de 2003 y de boicotear el referéndum de 2004, los sectores más participativos ganaron terreno dentro de la oposición, que incluye desde cámaras empresarias hasta un partido marxista-leninista. El reto, ahora, es elaborar un programa más allá del antichavismo rabioso.
› Por Lucía Alvarez y Diego González
Quienes fueron testigos del golpe de abril de 2002 reconocen el saludo. Son Pedro Carmona, (o “Carmona, el breve”, como le dicen los chavistas), el presidente interino durante la destitución militar de Hugo Chávez, y Manuel Rosales, el ex gobernador de Zulia y candidato unitario por la oposición. Lo novedoso en la imagen es, sin embargo, el dibujo de una figura negra con cuernos y la frase “el diablo los une”, en referencia a la forma en que llamó Chávez a su homólogo estadounidense en la ONU. Este afiche, pegado en las calles de Caracas y el interior de Venezuela por el contexto de la campaña presidencial, es parte de algunos de los mensajes que intentan retrotraer a la actualidad el historial político anticonstitucional de una oposición que hoy parece haber optado por el camino democrático.
Otro de ellos es el aviso del canal estatal VTV, “no dejes que otra vez te roben las navidades”, que rememora el paro petrolero de diciembre de 2003 y enero de 2004 promovido principalmente por la patronal Fedecámeras, la directiva y trabajadores de la antigua nómina mayor de Pdvsa, y la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), que presionó la renuncia de Chávez desabasteciendo al país por 63 días de alimentos básicos de la canasta familiar.
Hasta hace pocos meses el dilema de la oposición era básico: presentarse o abstenerse, ser o no ser. La opción por la segunda en las legislativas del 2005, que llevó a que el chavismo tenga actualmente el control absoluto en la Asamblea Nacional, había, sin embargo, inclinado la balanza hacia la iniciativa participativa. Así es como personajes no asociados a la vieja política como Julio Borges de Primero Justicia se impusieron por sobre los sectores abstencionistas liderados principalmente por el socialdemócrata Acción Democrática (AD).
Resuelta esta primera disyuntiva, aún debía saldarse el tema de la unidad. El fracaso luego del referéndum revocatorio de 2004 de la Coordinadora Democrática –coalición con características supraorganizacionales que nucleaba partidos políticos, asociaciones civiles y ONG opositoras al gobierno– era ya una constancia de que posturas tan diversas son difíciles de unir por la negativa.
Cuando aún no estaba resuelta la candidatura única de Rosales, Teodoro Petkoff, ex guerrillero y fundador del partido de izquierda Movimiento al Socialismo, en conversación con Página/12 resumía las razones de una posible nueva alianza electoral en estas palabras: “Es lo que hay”. Lo que hay significa un conglomerado que va desde partidos de doctrina demócrata cristiana como Copei –que junto con el AD se alternó en el poder durante los cuarenta años de la cuarta república– hasta partidos de tendencia marxista-leninista, como es el caso de Bandera Roja. En el medio, escondidos y no tanto, están quienes fueron parte del golpe de Estado con la firma del decreto de Carmona, como es el caso del mismo Rosales, las organizaciones sindicales como la CTV y patronales como Fedecámeras, responsables del paro petrolero y organizaciones no gubernamentales como Súmate, una de las voces más acusadoras del gobierno que está investigada por recibir fondos de los Estados Unidos para su financiamiento.
Su objetivo es poder canalizar dentro de su programa a todo el antichavismo, pero el conglomerado opositor es tan heterogéneo que se vuelve compleja la formulación de políticas por la positiva. Además del respeto incondicional a la propiedad privada, la creación de condiciones para las inversiones extranjeras y la tarjeta de débito “Mi Negra”, que ofrece entre 600.000 y un millón de bolívares (entre 900 y 1500 pesos) “a más de 2.500.000 familias de la clase media empobrecida y sectores populares”, su construcción se centra en la confrontación directa con Miraflores. Se enfurecen con el socialismo del siglo XXI, se oponen a la “regaladera” (como ellos llaman a la lógica mediante la cual el gobierno intercambia con sus vecinos petróleo por servicios o productos con un alto contenido político), rechazan la falta de división de poderes y denuncian el carácter autoritario del presidente.
“Pegada con chicle” es la jerga que usan algunos venezolanos para describir este nuevo intento de la oposición por presentar un proyecto conjunto. “Pegada con chicle o pegada por Chávez”, bromeaba un seguidor del candidato-presidente.
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