Es el compañero de fórmula de Manuel Rosales. Julio Borges fue el primer dirigente opositor en presentar su candidatura presidencial, pero más tarde decidió resignarse para no dividir el antichavismo. En la escena política venezolana ganó fuerza liderando su partido, Primero Justicia, en la anterior Asamblea Nacional.

–¿Qué análisis hace de la evolución de la campaña?

–Hace menos de un año la mayoría del país estaba debatiéndose entre participar en las elecciones parlamentarias y se decidió que no. Entonces, se tuvo que volver a creer otra vez en la participación, en la construcción de la unidad y una nueva mayoría. El balance es muy positivo.

–¿Cómo le dan las encuestas?

–Nos indican sobre la emocionalidad del país. Hace un año era casi imposible ganar las elecciones y hoy es casi imposible perder. Aun así, nuestras encuestas dan que el país está fracturado en partes casi iguales. Nuestro reto es lograr que participe la gran mayoría de personas, que quienes quieran un cambio se den cuenta de que se puede.

–Se habla mucho de un supuesto plan desestabilizador de esta oposición que ya ha tenido intentos antidemocráticos...

–No hay que generalizar, yo no firmé el decreto de Carmona.

–Pero Rosales sí...

–Pero eso se lo debe preguntar a Rosales. Por el hecho de que yo sea el segundo de la fórmula, no puedo avalar todo lo que Rosales hizo desde que nació acá. Creo que fue un error, él mismo lo dijo. Rosales y yo somos personas responsables y no estamos metidos en ninguna aventura militar, golpista ni violenta. Pero también tiene que quedar claro que en un país donde no hay instituciones, a la gente lo único que le queda es la protesta. Si no hay separación de poderes, si no hay fiscalía del pueblo, si no hay fuerzas armadas independientes, ¿qué le queda a uno?

–¿Cómo harían para gobernar siendo una alianza tan heterogénea?

–En términos de votos, que es lo importante, son pocos partidos al final. Estará concentrado en Primero Justicia y en Un Nuevo Tiempo, de Rosales. No creo que sea el problema más importante al cual debemos enfrentarnos. Nos unen problemas preideológicos, como la separación de poderes.

–Pero las soluciones implican decisiones ideológicas...

–Es la misma dificultad que tiene un país para conciliar las visiones de 26 millones de personas. Si bien puede haber diferentes puntos ideológicos, el tema es que los problemas más profundos no lo son.

–¿Y cómo resolverán el tener toda la Asamblea Nacional en contra y sólo dos estados a favor?

–Merece un liderazgo político quirúrgico. Pero se supone que la legitimidad del voto otorga legitimidad política. En Venezuela se ha perdido la posibilidad de diálogo, nuestra propuesta es volver al diálogo. Las realidades son dinámicas. No se las debe ver como cuestiones estáticas.