Llegó a Bolivia a trabajar de fotógrafo y de a poco fue ganándose un lugar en los movimientos sociales. Como buen porteño genera odios y rencores, pero ocupa un lugar clave en el armado del gobierno indigenista boliviano en el Oriente dominado por la oposición.
› Por Pablo Ortiz
Desde Santa Cruz de la Sierra
Su figura se ha hecho familiar en los conflictos cruceños. Detrás de cualquier ministro, del vicepresidente, Alvaro García Linera, e incluso del presidente, Evo Morales, siempre aparece Fabián Restivo. Con su metro sesenta y cinco de estatura, sus infaltables camisas manga larga celestes, pantalones anchos y zapatillas o alpargatas es difícil no retenerlo a primera vista. Más aún si se menciona que es la viva imagen de Sam Bigotes y que tiene el típico tonito porteño que hace imposible que aquí pase inadvertido. Como siempre está, todos los políticos de Santa Cruz de la Sierra se preguntan de dónde salió y, sobre todo, cómo pasó de ser un fotógrafo y director de comerciales a convertirse en el principal –si no el único– operador político del gobierno de Evo en el reducto más difícil para el presidente indígena: Santa Cruz.
Petiso y parlanchín dice que depende de sí mismo, que siempre sigue lo que cree y que en cada decisión que toma se juega todo lo que es. Pero lo cierto es que Restivo se ha convertido en el operador político de Evo en el Oriente, en los ojos y oídos del ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana, y uno de los pocos habitantes de la ciudad oriental que tiene línea directa con el vicepresidente, Alvaro García Linera.
Restivo llegó hace 10 años a Santa Cruz de la Sierra como fotógrafo del documental Adiós comandante Che, en pleno boom de la búsqueda de los restos de Ernesto Guevara y se enamoró de Bolivia. Hizo contactos y venía seguido a hacer comerciales hasta que decidió quedarse en Santa Cruz. Un par de ojos negros de una activista social y dos hijas hicieron el amarre. Llegar al MAS le tomó más tiempo. Siempre había tenido una relación muy fluida con músicos cubanos como los hermanos Feliú y, tras compartir momentos con ellos en sus visitas a Bolivia, se fue acercando a los movimientos sociales.
Cuando se le pregunta qué hace para el gobierno, da vueltas antes de responder. Dice que tuvo un año muy ocupado, que se dedica a hablar con las bases sociales para generar comprensión y evitar los conflictos en los muchos temas conflictivos que tiene la provincia más rica de Bolivia. “Cuando nos ponemos a bromear con Juan Ramón le digo que me transformó de fotógrafo en bombero de manguera corta”, ironiza.
Pero lo cierto es que también se encarga de entablar lazos con Rubén Costas, gobernador de Santa Cruz, y Germán Antelo, líder cívico: los dos dirigentes bautizados por García Linera como la nueva derecha boliviana. “No vemos lo grande que somos. Argentina, por ejemplo, nació y creció gracias a los independentistas que se formaron en Bolivia, en la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca. El puerto del Río de la Plata existe gracias a Potosí... No es infantil decir que Bolivia era el centro del mundo. ¿Qué nos queda de eso? Nada... todo lo han roto, todo lo han robado”, opina.
Frases como ésa le han dejado pocos amigos en Santa Cruz. Incluso en la blogosfera hay post dedicados a putearlo, a recordarle que acá encontró trabajo, mujer y que esta tierra le dio dos hijas.
–¿Es jodida Santa Cruz?
–Es bello Santa Cruz. También un poco complicado y a veces violento. Hay mucha resistencia porque hay intereses económicos muy fuertes, a veces legítimos, a veces no tanto. Es extraño que el movimiento más reaccionario se dé en Santa Cruz, es una dicotomía porque los cambas –los cruceños–, son la gente más cariñosa del mundo: te conocen y aun antes de la segunda cerveza te abren la casa, la familia, los amigos, el corazón.
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