La precandidata demócrata hace campaña para presionar a la Casa Blanca para que no vete el cronograma de retirada de Irak.
El presidente George W. Bush y la oposición demócrata medían fuerzas ayer ante la inminente aprobación del proyecto legislativo que incluye un cronograma de retirada para las tropas en Irak. En un último intento por no tener que vetar los 122 mil millones de ayuda militar extra que autoriza la ley, Bush cuestionó los móviles políticos de los demócratas y los acusó de poner en peligro la vida de los soldados que están peleando en el golfo Pérsico. No sólo el discurso del presidente no afectó la popularidad de la oposición, sino que impulsó a sus principales dirigentes a unirse en su contra. Los precandidatos presidenciales Hillary Clinton, Barack Obama y John Edwards dejaron ayer atrás sus diferencias y salieron a cuestionar las declaraciones de Bush. La ex primera dama, quien hasta ahora había mantenido una posición moderada en el tema, lanzó una campaña en su página web para presionar a la Casa Blanca para que no vete el cronograma de retirada de Irak.
El centro de la actual disputa entre la Casa Blanca y los demócratas son los dos proyectos que ambas cámaras aprobaron en las últimas semanas. Estos textos incluyen una partida presupuestaria millonaria extra para las guerras en Irak y Afganistán, y además imponen por primera vez un cronograma de retirada para las tropas estadounidenses, una iniciativa que el presidente siempre amenazó con vetar. El Capitolio todavía debe conciliar las dos versiones, la del Senado y la de la Cámara de Representantes, en una sesión bicameral. Será este texto el que podrá vetar Bush. Por eso, el presidente apostaba ayer a crear un impacto sobre la opinión pública estadounidense, para que sea ella la que finalmente presione a los legisladores a omitir el cronograma de retirada de la versión final. “La negativa del Congreso a financiar nuestras tropas en el frente también significa que algunas de las familias de nuestros militares van a tener que esperar más para que regresen sus seres queridos”, advirtió Bush.
Pero los demócratas están unidos en este tema como en ningún otro. “A diferencia del presidente Bush, los demócratas tienen como prioridad asegurar que nuestros militares tengan los recursos y la formación necesarios en el campo de batalla y que reciban el cuidado que merecen”, sostuvo el presidente del partido, Howard Dean, refiriéndose al escándalo por los malos tratos a heridos en un hospital militar y a las denuncias de algunos soldados sobre la falta de armamento y capacitación. “Antes que lanzar nuevos ataques políticos, el presidente debe trabajar con los demócratas del Congreso para ofrecer a los estadounidenses la reorientación en Irak que ellos reclamaron en las elecciones de noviembre”, agregó el dirigente demócrata.
Hillary Clinton también echó mano a la histórica victoria de noviembre pasado. “Los estadounidenses ya tuvieron suficiente de la estrategia fallida del presidente en Irak. Unanse a Hillary para decirle que escuche la voluntad del pueblo y del Congreso de retirar su amenaza de veto y de iniciar un retiro gradual de las tropas en Irak”, escribió la precandidata presidencial en su sitio web. En los debates en el Senado, Clinton no había surgido como una de las voces líderes en este tema. Seguramente porque los analistas juraban que se trataba de una causa perdida, especialmente en esa conservadora cámara. Sin embargo, con la aprobación del proyecto la semana pasada y la aceptación que tuvo entre los estadounidenses, la ex primera dama decidió ponerse al frente de esta cruzada.
De todas maneras, parece improbable que Bush decida no vetar la ley y, más aún, que la oposición logre sumar suficientes apoyos republicanos para alcanzar los dos tercios que necesita para anular un veto presidencial. Sin embargo, los éxitos de las semanas pasadas les ha dado aire a los líderes de las mayorías demócratas para subir la apuesta contra la Casa Blanca y seguir presionando. Ayer la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, se preparaba para reunirse con el presidente sirio, Bashar al Assad, uno de los principales enemigos del presidente Bush. El objetivo de Pelosi es demostrar que, a diferencia del presidente, los demócratas cumplirán con su promesa de impulsar las sugerencias de la comisión dirigida por el ex secretario de Estado James Baker.
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