La presidenta chilena Michelle Bachelet quiere dejar la crisis atrás y por eso intenta avanzar en temas claves para su gobierno. La mandataria envió ayer al Congreso un proyecto de ley para reformar el sistema electoral binominal, uno de los últimos bastiones pinochetistas que quedan en la Constitución nacional. “Esta propuesta no es el sistema proporcional que a mí me hubiera gustado, pero es una corrección importante del sistema actual que permite combatir la exclusión, la segregación y la discriminación”, explicó Bachelet, justificando los cambios hechos a su proyecto original. Estas modificaciones permitieron que ayer el partido Renovación Nacional (RN) del ex presidenciable Sebastián Piñera apoyara, aunque con mucha cautela, la iniciativa.

El proyecto se centra en la ampliación de la Cámara de Diputados. Según explicó el nuevo secretario general de la Presidencia, José Antonio Viera-Gallo, era en el seno de esta Cámara donde se daba la mayor desproporción. Además, sostuvo, no se logró llegar a un acuerdo con el resto de las fuerzas legislativas sobre la ampliación del Senado. La idea principal es agregar 20 bancas, que serán ocupadas por los partidos que obtengan más del cinco por ciento de los votos y menos de cinco diputados. A partir de este nuevo sistema, estas fuerzas ganarán instantáneamente los escaños necesarios para llegar a formar una bancada de cinco diputados. Si no se ocupan las 20 bancas extras, se repartirán entre los partidos que hayan obtenido más del cinco por ciento de los votos.

“Lo que se está buscando es justamente que haya una barrera que impida la dispersión en el Parlamento, pero que pasado ese umbral, obviamente esas fuerzas puedan tener representación parlamentaria”, explicó Viera-Gallo. “En las últimas elecciones parlamentarias entre un ocho y un diez por ciento de las personas dieron su preferencia por una lista de candidatos que después no obtuvo una presencia en el Parlamento”, agregó el ministro. Sin dudas, la firma del proyecto de reforma frente a las cúpulas de todos los partidos, excepto la Unión Democrática Independiente (UDI), fue un triunfo para Viera-Gallo. Este dirigente socialista había asumido a pesar de la desconfianza de sus propios correligionarios. Sin embargo, en diez días logró lo que su antecesora, Paulina Veloso, no había conseguido en un año de gestión: ganar el apoyo necesario para aprobar la reforma del sistema electoral en el Parlamento. Sin desperdiciar ni un segundo se reunió con los principales líderes de los dos partidos de la derecha, la RN y la UDI, y tanteó el terreno. Rápidamente se dio cuenta que mientras los intereses pinochetistas seguían muy enraizados en la UDI, no sucedía lo mismo en el partido de Piñera, que ya en las últimas elecciones había tomado distancia del fallecido dictador y de su gobierno.

El vocero del gobierno Ricardo Lagos Weber destacó ayer la división de la oposición y diferenció a Piñera del líder de la UDI, el senador Pablo Longueira. El primero se mostró en los últimos días a favor de una reforma negociada del sistema binominal, mientras que el segundo sostiene que no se puede discutir el tema cuando todavía el gobierno está solucionando la crisis provocada por el fracaso del Transantiago. A pesar del acercamiento de Piñera al oficialismo, el gobierno podría encontrar algunas dificultades en el Congreso, aun entre los legisladores de la RN. “Tenemos nuestras razones para desconfiar un tantito. Los mismos diablitos que inventaron el Transantiago son los que estudiaron el proyecto”, advirtió el secretario general del partido, Carlos Larraín.

La reforma del sistema electoral binominal no sólo era una deuda del gobierno de Bachelet, sino también de su mentor y antecesor, Ricardo Lagos. En los próximos 30 días la Cámara de Diputados tendrá que debatir y votar el proyecto de ley, y luego pasará al Senado, en donde tardará otro mes.