La política francesa es una cuestión de pareja. Cómo impacta la influencia de las mujeres de Chirac, Mitterrand, Sarkozy y Bayrou, y el hombre de Royal.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
“Si la familia está reunida, es gracias a usted”, proclamó el ministro francés de Justicia ante una agitada multitud que coreaba el nombre de la esposa del presidente francés, Bernadette Chirac. La frase no es una concesión amable sólo porque Bernadette es la esposa de Jacques Chirac. La mujer ha tenido una real influencia en el esquema presidencial, en la opinión pública y en el conjunto de las relaciones, a menudo tensas, que el mandatario mantiene con los demás miembros de su indisciplinada mayoría. Bernadette Chirac es una suerte de emblema visible de una costumbre que, al menos en Francia, se fue imponiendo de a poco hasta convertirse hoy en un argumento estratégico inevitable: la carrera presidencial, sea el ejercicio de la jefatura del Estado o la conquista del sillón supremo, es un asunto de pareja. Bernadette y Jacques, Jean Marie (Le Pen, el líder de la extrema derecha) y Jany, Nicolas (Sarkozy, el candidato conservador) y Cecilia, François (Bayrou, líder centrista) y Babeth, y, más insólito en el país porque se trata de una pareja al revés, Ségolène (Royal, candidata socialista) y su compañero François. Besos en público, manos apretadas, apariciones conjuntas, exposición de la vida familiar y la intimidad en las revistas people y, sobre todo, influencia subterránea de la otra mitad en la permanente conquista del poder, poco o nada se hace sin la alianza pública con el otro.
La costumbre, oriunda de los Estados Unidos, se ha arraigado tanto en Francia que el diario Libération escribía hace unas semanas: “Desde hace unos 20 años, el elector no se contenta con dar su apoyo a un candidato a la presidencia de la República: elige a una pareja para ocupar el palacio presidencial del Elíseo”. Quien inauguró esta serie del pacto matrimonial como trampolín hacia el poder o como imagen positiva de su ejercicio fue la esposa del difunto presidente socialista François Mitterrand, Danielle Mitterrand. La señora Mitterrand, que preside la ONG humanitaria que lleva su nombre, restauró en Francia la imagen empolvada de la fiel esposa que sólo ocupaba un segundo plano. A pesar de las incongruentes evidencias que demostraban que su marido tenía muchas amantes y de las revelaciones posteriores sobre la segunda vida matrimonial que Mitterrand mantenía secreta, con una hija y todo que vivía en el palacio presidencial, Danielle Mitterrand fundó la cultura de la pareja como máquina electoral. Nada destruyó esa construcción, que es en realidad, las más de las veces, pura ficción. Los últimos tres presidentes franceses, Valéry Giscard d’Estaing, François Mitterrand y Jacques Chirac, han incurrido en profusas infidelidades. El mito es muy sólido. François Mitterrand fue enterrado en presencia de su esposa oficial, de quien fuera su amante y de la hija de ambos. La posteridad, sin embargo, consagró a Danielle Mitterrand.
De todas las parejas con concurren en estas elecciones presidenciales, las más observadas son la que forman Nicolas Sarkozy y Cecilia, y Ségolène Royal y François Hollande. El cuadro es inédito en Francia, al menos uno de ellos, el de Ségolène y François. No sólo es la primera vez que una mujer sale a la arena con sólidas posibilidades de ganar la presidencia, lo que ya es nuevo. También, Ségolène Royal es la compañera del primer secretario del Partido Socialista. En suma, el hombre dirige el partido que ella representa en la elección... y ella ocupa el lugar que, en realidad, le estaba destinado a él. François Hollande, como primer secretario del PS, estaba destinado a ganar la candidatura. La llamada democracia de opinión (la presión de las encuestas exploratorias) decidió otra cosa. Ambos funcionan entonces con un pacto mediante el cual acomodan el encontronazo entre dos ambiciones, entre vida privada y vida pública. Sin embargo, todo, hasta esta encrucijada, los había llevado por el mismo camino. La pareja egresó junta de la ENA (Escuela Nacional de Administración), empezó a frecuentar al mismo tiempo los pasillos presidenciales en 1981, ambos fueron electos a la Asamblea Nacional en 1988, Ségolène Royal entró en el gobierno socialista en 1992 y, un año después, François Hollande perdía las elecciones legislativas. En 1997, Hollande tomó las riendas del partido y en 2006 su compañera se quedó con las riendas presidenciales. Extraña combinación de una pareja en campaña que, debido a las funciones de François Hollande, no actúa como una pareja de campaña. Sus desavenencias son conocidas: Ségolène Royal se separó del PS para hacer una campaña casi en solitario, lejos de las sirenas del aparato socialista. Ello le valió algunas controversias públicas con su compañero –impuestos, inmigración– rápidamente corregidas para evitar un divorcio electoral.
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