Mar 15.05.2007

EL MUNDO  › SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS DEL PREMIER BRITANICO Y SU SUCESOR

El dúo dinámico que forman Blair-Brown

› Por Marcelo Justo
Desde Londres

Dúos famosos en la historia de la humanidad hay muchos y en todos los terrenos. Marx y Engels, Franz Kafka y Max Brod, Lennon y McCartney, el Gordo y el Flaco, son algunos de los personajes cuyas vidas y destinos cuesta separar del todo, aunque brillen con luz propia. El primer ministro británico Tony Blair y su seguro sucesor, el ministro de Economía, Gordon Brown, pertenecen a esta estirpe.

Los dos son escoceses y fundaron el Nuevo Laborismo que gobierna el Reino Unido desde 1997. Los dos accedieron al Parlamento luego de una de las peores elecciones de la historia del laborismo, cuando Margaret Thatcher aprovechó el “factor Malvinas” para arrasar en las urnas. Era 1983 y el partido estaba luchando por su supervivencia. Por uno de esos accidentes del destino les tocó compartir oficina en el Parlamento. Esta casualidad abrió la puerta para que descubrieran que tenían el mismo diagnóstico de la debacle.

Brown era el cerebro de la dupla. Blair tenía una extraordinaria ubicuidad mediática. Los dos coincidían en que el partido debía “modernizar” su discurso si quería alguna vez volver al poder. En esos años el laborismo estaba a favor de la estatización de la economía y el desarme nuclear. Bajo el liderazgo de Neil Kinnock, los “modernizadores” movieron el partido hacia el centro de la escena política. Aceptaron la flexibilización laboral y la privatización thatcherista de los servicios públicos, las armas nucleares y una política dura en términos de seguridad. Pero no fue suficiente. Para el electorado británico, Kinnock hablaba como “modernizador”, pero transparentaba lo que era: un hijo de mineros galeses. El momento clave vino luego de la cuarta derrota electoral consecutiva del laborismo a manos de los conservadores y de la muerte del reemplazante de Kinnock, John Smith, en 1994. Blair y Brown eran las cabezas visibles del proyecto modernizador. La pregunta era quién era el más adecuado para terminar con el largo reinado conservador.

A fines de mayo de 1994, los dos cenaron en un restaurante italiano en el norte de Londres, el Granita, y sellaron uno de los pactos no escritos más debatidos de la política británica. Hay consenso en que ambos acordaron que Brown daría un paso al costado a cambio de ser ministro de Economía con amplios poderes. Blair daba mejor en las encuestas, enfrentarse en una elección partidaria interna sería suicida para el proyecto que los dos encarnaban. Pero según los partidarios de Brown el acuerdo incluía una cláusula por la que Blair daría un paso al costado luego de ser reelecto. Los blairistas dicen que jamás se acordó eso. Las escaramuzas por esta diferente interpretación de los hechos duró mucho más tiempo y fue mucho más profunda que las que enfrentaron en la Argentina a la dupla Carlos Menem-Domingo Cavallo.

En esta lucha había algo más que las disputas de poder del paranoico mundo de la política. Brown es del riñón del Partido Laborista: comenzó a militar en sus filas a los 12 años. Blair proviene de una familia conservadora. Al actual premier le fascinan el dinero y la fama. Brown es el austero hijo de un pastor presbiteriano. Brown fue el cerebro del impuesto especial de unos 8 mil millones de dólares a las compañías privatizadas en 1997 por las ganancias extraordinarias que habían tenido gracias a su posición monopólica en el mercado posprivatización. Con Brown asoma en la voz el fervoroso rigor del que no ha hablado de otra cosa en su vida.

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