Jue 17.05.2007

EL MUNDO  › DESPEDIDA EN CAMP DAVID DEL PREMIER BRITANICO, ALIADO DEL REPUBLICANO

El último encuentro a solas de Blair y Bush

La primera fue la cumbre “Colgate” en Camp David en febrero de 2001, apenas un mes después de que asumiera George W. Bush. Un periodista preguntó: ¿qué tenían en común la pareja de un tosco conservador texano y un brillante apóstol del Nuevo Laborismo de la “Tercera Vía”? La respuesta, contestó Bush, era una determinada marca de dentífrico –una broma bastante razonable, ya que es la que se le distribuye a cada huésped que asiste al refugio presidencial en Maryland–.

A lo largo de dos docenas de tales reuniones que desde entonces tuvieron George W. Bush y Tony Blair –para no mencionar las cientos de llamadas telefónicas y videoconferencias–, los intereses y atributos compartidos por el dúo son mucho más conocidos y mucho más trascendentes. Incluyen una profunda fe en Dios, un sentido misionario de la obligación para divulgar la libertad, una desastrosa guerra en Irak, mucho oprobio internacional y los índices de aprobación interna manteniéndose alrededor del 30 por ciento.

También han variado las circunstancias de las reuniones: desde la instintiva solidaridad emocional con un Estados Unidos herido que condujo a Blair a Washington en los primeros días después de los atentados del 11 de septiembre a las estratégicas sesiones planeando el derrocamiento de Saddam y al letalmente informal “Hola, Blair” en la cumbre del G8 del año pasado en San Petersburgo. El comentario selló la imagen de este último como el fiel servidor del presidente, al que mucho se le exige y poco se le da a cambio.

Su más reciente cumbre bilateral fue la sombría y tediosa reunión de diciembre pasado, cuando Bush, todavía resentido por la derrota de las elecciones legislativas de su partido republicano, criticaba y apenas ponderaba el informe del Grupo de Estudio de Irak que le ofrecía una salida del lío iraquí. Ayer se vio el comienzo del penúltimo acto de esta extraordinaria colaboración que lleva seis años, que ha visto la alianza anglo-norteamericana tan unida como nunca en la historia.

Los dos se reunirán una última vez en la cumbre del G8 en Alemania el mes que viene, y sin duda tan grandes amigos se cruzarán en el futuro, pero como ciudadanos privados. Esta es sin duda su última cumbre bilateral como líderes de sus países, y el presidente está haciendo todo lo posible para que resulte exitosa.

El primer ministro pasará menos de 30 horas en tierra estadounidense. Pero esta corta estadía comprende una cena privada en la Casa Blanca anoche, un almuerzo de trabajo hoy, así como varias horas de conversación. Blair claramente no se deja tiempo para recibir la Medalla Dorada Congresional que le fue otorgada en julio de 2003, cuanto Irak no parecía ser el desastre que es hoy (por cierto la medalla en cuestión aparentemente no ha sido diseñada todavía). Pero tiene más que suficiente para mantenerlo ocupado.

Los hechos de los últimos cuatro años han probado que el tándem Bush/Blair no puede solucionar los problemas del mundo. Pero eso no les impide seguir tratando. La agenda de la cumbre incluye el cambio climático, Darfur y la difícil situación de Africa, las atascadas conversaciones sobre la economía mundial y, por supuesto, los insolubles y trabados conflictos de Afganistán, Irak y Medio Oriente.

Los resultados concretos probablemente sean magros, prueba de que esta particular amistad anglo-estadounidense, a diferencia de aquellas entre Franklin Delano Roosevelt y Churchill, Thatcher y Reagan, está terminando en fracaso. La Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría fueron victorias. La de Irak, por lo menos por las normas establecidas para justificar la invasión de 2003, está perdida. Afganistán también, mientras que los palestinos están ahora efectivamente en guerra entre sí, y también con los israelíes.

Quizás haya un gran avance sobre el cambio climático, y un acuerdo en un marco de trabajo post 2012, post Kioto. Pero Estados Unidos no parece más interesado hoy en tener objetivos fijos para lograr emisiones más bajas que cuando Bush no adhirió al Protocolo de Kioto poco después de asumir. Lo que deja Irlanda: Ulster es un éxito indiscutible de Blair, especialmente apreciado en Estados Unidos, aunque el trabajo pesado aquí fue hecho durante la administración Clinton.

El último compromiso del primer ministro antes de regresar a casa esta noche es una recepción de Irlanda del Norte en la embajada. Será una celebración del éxito, y un recordatorio de lo que pudo haber sido.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. raducción: Celita Doyhambéhère.

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