EL MUNDO › MEXICO.
México vivió una de las semanas más violentas desde que comenzó el megaoperativo del gobierno de Felipe Calderón contra el narcotráfico, en diciembre pasado. Una batalla entre policías y narcotraficantes en el norte del país dejó el miércoles un total de 22 muertos, entre ellos quince sicarios y siete secuestrados por un comando armado. Los enfrentamientos en Sonora, estado lindante con Arizona, comenzaron cuando un comando armado irrumpió en el barrio de Cananea y secuestró a siete policías y seis civiles. En las siguientes horas aparecieron cuatro de los policías asesinados y se suscitó una persecución de más de cinco horas, que terminó con un tiroteo entre el comando armado y la policía mexicana, a sólo cien kilómetros de la frontera con Estados Unidos. Según el gobernador de Sonora, Eduardo Bours, ningún oficial murió en el enfrentamiento y cuatro civiles y dos policías fueron rescatados. Del comando armado se cree que unos quince lograron escaparse por la sierra. “Lo de Sonora no es distinto de lo que pasa en otros estados de la región. Es un brote de violencia que se explica por la complicidad de las policías locales, que ya fueron infiltradas por el crimen organizado”, explicó Ricardo Ravelo, un periodista especializado en asuntos de narcotráfico. “Los narcotraficantes llegaron a Cananea para ejecutar a sus rivales, y la policía que protegía los intereses de ese grupo salió al paso de esas agresiones y se desató el tiroteo”, agregó. Sonora es un departamento controlado por el cartel de Sinaloa en alianza con el de Juárez y constantemente se enfrentan con el cartel de Tijuana. En medio de la conmoción por el número de muertos, Calderón prometió continuar con la estrategia militar, aunque haya más víctimas.
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