Mar 25.09.2007

EL MUNDO  › EL PREMIER BRITANICO ALIMENTA LA EXPECTATIVA DE COMICIOS ADELANTADOS

Brown hace promesas electoralistas

› Por Walter Oppenheimer *
desde Bournemouth

Gordon Brown no nombró ni una sola vez la palabra elecciones en su primer discurso como primer ministro en el congreso anual de los laboristas británicos. Tampoco mencionó a los conservadores ni a su líder, David Cameron. Pero su discurso, largo y a ratos monótono, estuvo preñado de referencias electoralistas y llegó a parecer una lista de compromisos electorales más que la visión de un primer ministro que acaba de llegar al cargo. Con ello, y deliberadamente, Brown avivó el runrún de elecciones anticipadas sin siquiera hablar de ellas.

Brown fue recibido y despedido como se esperaba: como un héroe que en sólo tres meses les ha dado la vuelta a los sondeos, ha inyectado moral de victoria al laborismo y ha desconcertado a la oposición conservadora hasta el punto de hacerle dudar de su líder, Cameron. Pese a ello, Gordon Brown nunca entusiasmó a las bases laboristas. Arrancó educados aplausos a cada momento, pero nunca tuvo el mesianismo retórico que tan bien se le daba a Tony Blair en estas ocasiones. Probablemente tampoco buscó ese impacto emocional, manteniendo su estrategia de presentarse a los británicos como un hombre corriente, “demasiado serio a veces”, según reconoció él mismo. Dedicó la primera parte de su discurso a presentarse como un patriota británico, a defender la unidad nacional en un momento en que ésta puede parecer amenazada precisamente por sus paisanos escoceses. “Conseguiremos alcanzar nuestros objetivos medioambientales, nuestros retos económicos y de seguridad, no separándonos unos de otros sino compartiendo todos esta pequeña isla, manteniéndonos todos unidos como Gran Bretaña”, dijo.

Patria, pero también moral, sentido del deber, valores sociales. Brown evocó una vez más la influencia de su padre, un pastor protestante que le inculcó el sentido de la justicia social. “Soy un político de convicciones”, recordó. Pero un político que cree no sólo en los derechos de los ciudadanos, sino también en sus obligaciones, una relación de ida y vuelta que se acerca más a la visión tory que a la visión laborista de la vida. Y luego desgranó una larga serie de compromisos con un inequívoco aroma a promesas electorales. Una lista en la que los servicios públicos, y sobre todo la educación y la sanidad, estuvieron en primera línea. Brown se comprometió a que 600.000 niños con problemas en los estudios tengan acceso a clases particulares. A extender el derecho a la educación gratuita: en vez de desde los 5 a los 16 años, como ahora, desde los 3 a los 18 años. A garantizar créditos de ayuda a 600.000 estudiantes universitarios. “La educación es mi pasión”, proclamó.

Prometió extender de seis meses a nueve meses la baja por maternidad. A doblar las plazas de atención preescolar. A ligar el crecimiento de las pensiones al crecimiento de los salarios en lugar de a la inflación, algo a lo que se oponía cuando era responsable del Tesoro. A construir 240.000 viviendas al año para facilitar el acceso de los jóvenes a la propiedad inmobiliaria. A crear no cinco, sino hasta diez ecociudades. A aumentar en un 50 por ciento los fondos para viviendas sociales. A garantizar una sentencia de no menos cinco años de cárcel para los mayores de 18 años que lleven consigo una pistola. A que “las drogas no sean despenalizadas jamás”. A crear centros para jóvenes con el dinero de las cuentas bancarias en desuso. A doblar el número de las enfermeras responsables de las salas hospitalarias. Brown quizá no convoque elecciones anticipadas en octubre o noviembre, pero desde luego quiere que parezca que sí.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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