EL MUNDO
La derecha gana por izquierda y la izquierda pierde por derecha
Alemania va a las urnas el 22 de setiembre en una situación ideológicamente confusa, con el oficialismo socialdemócrata preocupado por el déficit y la creciente derecha de Edmund Stoiber aprovechando el impacto de las inundaciones para proponer ambiciosos planes de ayuda.
Por John Hooper
Desde Berlín
Las elecciones generales en Alemania muestran lo necesario que se ha vuelto un nuevo vocabulario político. La mayoría de los comentaristas describen la carrera como una competencia entre “derecha” e “izquierda” y hasta cierto punto eso tiene algún sentido. Gerhard Schroeder, el canciller socialdemócrata, y Edmund Stoiber, su rival de la Unión Social Cristiana (USC), representan valores que son progresivos y conservadores respectivamente.
Stoiber, primer ministro de la Bavaria predominantemente católica, es fuerte en los temas de la familia, la ley y el orden. Es marcadamente ambiguo sobre los derechos de los gays y la inmigración. Está casado con una ama de casa. Va a misa los domingos. Puede haberse moderado para ganar votos al, entre otras cosas, nombrar a una madre soltera en su gabinete en la sombra. Pero sobre temas sociales no sería injusto decir que Stoiber es de la derecha dura: hace sólo un par de años dijo que los alemanes debían procrear más para evitar tener que dejar entrar más extranjeros. Una Alemania gobernada por Stoiber, que es el resultado más probable del voto del 22 de setiembre, sería incuestionablemente distinta a la de Schroeder, el hijo de una criada que se convirtió en líder estudiantil, luego en un abogado radicalizado y ahora va por su cuarto matrimonio, con una ex periodista de la prensa amarilla.
Decir derecha, sin embargo, es conjurar una cadena de suposiciones que no se corresponden con Stoiber ni con el resto de los conservadores de Alemania. Para empezar, implicaría una economía de libre mercado. Pero la USC basada en Bavaria, al igual que la Unión Demócrata Cristiana (UDC), que representa a la derecha en el resto del país, forman parte del gran consenso de la Alemania de posguerra. La USC, como la UDC, puede tender a cuidar más los intereses de “mittelstand” (los negocios pequeños y medianos y sus propietarios), de la misma forma que el Partido Social Demócrata (PSD) se inclina más hacia los empleados. Pero ninguno de ambos movimientos masivos desafía seriamente la opinión de que la economía debería ser esencialmente corporativista, sujeta a la intervención estatal absoluta y las verificaciones y contrapesos instalados por los sindicatos, los representantes de los empleadores y una variedad de otros “socios sociales” incluyendo las iglesias. “Saben, tenemos un par de obispos en nuestro directorio –me dijo un conocido que trabaja para la asociación de empleadores alemanes–. Si les digo eso a los norteamericanos, me miran raro.”
Hay fuerzas dentro del movimiento conservador a las que les gustaría cambiar algunas cosas. Angela Merkel, líder de la UDC, presidió sobre un grupo que produjo un bosquejo de plan para una política más neoliberal. Aunque tuvo cuidado de disfrazarlo como apuntando a un “nuevo mercado social”, el plan causó profunda desconfianza en las bases, y puede haber ayudado a que Markel perdiera su apuesta a la candidatura de canciller. Stoiber, que fue electo por sus antecedentes como un premier intervencionista, había dicho abiertamente que no tenía intención de introducir el estilo norteamericano de capitalismo, de “tome y eche”. Para Alemania, declaró, la seguridad social debe seguir siendo lo primero.
Cualquiera que esté en busca de un partido, que tendría sentido en la terminología política general, debería apuntar a los demócratas libres. Ellos realmente creen en el libre mercado y aunque se describen a sí mismos como liberales, en el idioma de la Gran Bretaña post Thatcher, son conservadores. A raíz del sistema de representación proporcional de Alemania, es improbable que la USC y la UDC, si llegan a ganar, puedan gobernar solos. Tendrán que formar una coalición con los demócratas libres, y eso significaría un cambio real. Los verdes de Joschka Fischer también tienen una opinión bastante proneoliberal en la economía, y en cuatro años como los socios minoritarios en la coalición de Schroeder, apenas llegaron a asociarse verdaderamente a las ideas de los socialdemócratas. También en otras áreas del paisaje político alemán sería difícil orientarse para un extranjero. En Gran Bretaña, por ejemplo, es la derecha, no la izquierda, la que está bajo fuego por jugar con la financiación de la deuda y prometer más de los que puede financiar. La respuesta de Stoiber a las desastrosas inundaciones en el sudeste de Alemania fue sugerir que el gobierno pidiera prestado dinero para la reconstrucción. Aun antes de que la lloviera, la USC y la UDC estaban pidiendo recortes de impuestos y una inyección masiva de dinero del estado para reducir el desempleo, un programa que los socialdemócratas deploraban en base a que las sumas en cuestión no podían reunirse sin llevar el Tesoro a la casa de empeños.
Sobre Europa, los roles son ahora precisamente lo opuesto a aquellos en Gran Bretaña. Schroeder ha estado demandando un trato especial para la industria alemana e incluso rompiendo filas con los franceses en varios temas, incluyendo la política agraria común. Stoiber, por el contrario, quiere poner a Alemania en “el corazón de Europa” nuevamente y, en particular, empezar de nuevo con París.
“Siempre veremos nuestra responsabilidad en el gobierno como la de convencer al público alemán de que la integración europea es en su interés –dijo esta semana su vocero de asuntos exteriores–. Tenemos que hacer una mayor contribución para modelar a Europa.” En Gran Bretaña, un político conservador diciendo eso sería inimaginable.
De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.