EL MUNDO › PARA ELUDIR A LAS FARC EN BOGOTA, FUE AL BASTION DE LOS PARAS
La visita de la secretaria de Estado y los congresistas norteamericanos en Medellín terminó en medio de una tormenta. Rice habló con paramilitares arrepentidos, pero evitó tomar contacto con la dura realidad de la guerrilla urbana activa en Bogotá.
› Por Katalina Vásquez Guzmán
Desde Medellín
En medio de un tremendo aguacero la secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleeza Rice, nueve congresistas y cincuenta funcionarios se marcharon hacia Washington. Antes, conocieron las flores en el campo, obras urbanas destacadas y testimonios felices sobre una ciudad donde más del cuarenta por ciento de la población vive en la pobreza, y la guerra y el narcotráfico aún no desaparecen. Fue una visita que dejó silencios, dudas y hasta preocupaciones.
En Medellín, donde el terrorismo de los narcos fue pan de cada día en los años noventa, las cosas hoy son distintas. La fuerza militar ilegal no es guerrillera sino paramilitar. Hasta hace cuatro años, operaban ilegalmente tres bloques “paras” en los barrios. Hoy sus combatientes están desmovilizados. Y algunos, a la manera de decir de ONG locales que denuncian que siguen operando, pasaron a ser delincuentes legales. Siguen manejando el poder en las calles, controlan los expendios de droga y hasta se dan a la tarea de enseñar compartimiento social en los barrios. La guerrilla, que tiene presencia en pocos sectores, no tiene en Medellín la fuerza ni la inteligencia que maneja en Bogotá.
Los gobiernos de Uribe y Bush no vacilaron mucho en traer a Condoleezza a Medellín, aunque las avenidas no sean inmensas o las autopistas veloces. Para que la Condi se reuniera el viernes con aquellos desmovilizados y por su comodidad, la ciudad entró en colapso. Se cerraron las principales vías durante la mañana y hasta pasado el mediodía, cuando la visita se fue hacia Rionegro. La vía más rápida no fue la elegida. Trepar la montaña por las colinas de casitas miserables, caminos de piedra y niños desnutridos, no era buena opción. Subir por Santa Helena –corregimiento de Medellín– es, además, peligroso. A un lado de la carretera se asienta el barrio 8 de marzo, uno de los pocos territorios donde aún permanecen milicianos de las Farc.
La caravana transitó, otra vez, por la vía Las Palmas. Llegó a un cultivo de flores y de ahí a la base aérea militar. Mientras tanto, en la misma región del valle donde se extiende Rionegro, pero un la cima de una montaña, columnas del Ejército de Liberación Nacional (ELN) se enfrentaban con el Ejército Nacional, que intentaba rescatar por la fuerza un ciudadano turco secuestrado por los rebeldes en noviembre.
Resep Yildirim Musaa, el rehén, se desangró hasta morir, junto a tres de sus captores, mientras en Rionegro, la Condi y los senadores sonreían para la fotos con más flores, más edificios ostentosos y más paramilitares que ya no son ilegales. Secuestro, amenazas, destierro, asesinato, desaparición y masacres son tragedias colombianas. Ayer, cuatro policías murieron en un atentado de las Farc en Arauca (Norte, frontera con Venezuela), donde en las últimas dos semanas más de dos mil personas tuvieron que abandonar sus tierras por los ataques del Ejército a los campamentos guerrilleros.
Pero Colombia está preparada para tener libre comercio con Estados Unidos, fue la conclusión de Condoleezza Rice tras su paso por estas tierras que le escondieron el drama de todos los días.
Los norteamericanos habían llegado al aeropuerto de Rionegro. En Bogotá, habrían aterrizado en El Dorado, un aeropuerto que ahora está en construcción y se ubica en plena ciudad. Para llegar a un hotel, tendrían que, inevitablemente, rodar en sus carros blindados por grandes avenidas que trazan caminos a todos los rincones de la capital donde operan columnas urbanas de las Farc. Sería fácil, a juzgar por los múltiples atentados recientes, que un guerrillero lance un petardo desde un puente o que explote una bicicleta bomba al paso de Rice y los suyos, o que haga estallar un auto de la embajada con un rocket.
Pan común de Bogotá. El día que Uribe tomó posesión como presidente, en 2002, terminó ensangrentado porque las Farc le lanzaron cohetes tipo rocket al Palacio de Nariño. Y, para no ir muy lejos, hace dos meses las pruebas de vida de Ingrid Betancour, secuestrada por las Farc, pasaban mano a mano de guerrilleros en pleno de la capital cuando la Policía las “interceptó” y detuvo a los rebeldes.
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