El presidente francés se ganó críticas cruzadas con un proyecto de que cada alumno de primaria “adopte” la memoria de un chico asesinado por los nazis durante la guerra. Cruces inesperados.
› Por Eduardo Febbro
desde París
¿Método de gobierno que consiste en ocupar espacios siempre con una nueva historia o una metida de pata? Nicolas Sarkozy volvió a encender una polémica áspera que alcanzó incluso a sus propias filas. El presidente francés propuso “confiar” a cada alumno del último año de la escuela primaria la memoria de unos 11.000 niños franceses que fueron víctimas del genocidio nazi. En principio, a partir de septiembre de 2008, los alumnos que terminan el ciclo primario deberán conocer el nombre y la existencia de un niño muerto en esos años. Habrá así, según aclaró el ministro de Educación, Xavier Darcos, “una pequeña investigación sobre la familia, su entorno y las circunstancias en que el menor desapareció”.
Darcos consideró que esta “relación personal, afectiva, podrá luego permitir construir un trabajo pedagógico”. Sin embargo, la iniciativa presidencial suscitó una reacción tan contundente como unánime de los principales sindicatos de maestros. “¿Acaso se ha pensado en el posible impacto psicológico en los alumnos? Hay un riesgo que el alumno tenga un sentimiento de culpa por el destino de otro alumno del cual no es en absoluto responsable”, afirmó el Snuipp-FSU, el sindicato mayoritario entre los maestros. En cambio, Richard Pasquier, presidente del Consejo representativo de las instituciones judías de Francia (CRIF), aprobó la medida. Para Pasquier, “el niño no tiene por qué sacar como consecuencia una culpabilidad”. El dirigente del CRIF estimó que se trata de una medida importante por cuanto “responde a nuestra preocupación de actuar lo antes posible porque los comportamientos antisemitas comienzan muy temprano”.
La polémica sobrepasó el marco del uso de la memoria y se situó en un plano político, con cruces interesantes. Por ejemplo, el primer secretario del Partido Socialista, François Hollande, aprobó la iniciativa: “Cada vez que se pueden transmitir las exigencias del deber de la memoria, hay que hacerlo”, dijo Hollande. Por el contrario, Simone Veil, una de las figuras emblemáticas de la política francesa y sobreviviente del campo de exterminio de Auschwitz, consideró “inimaginable, insostenible e injusta” la propuesta de Sarkozy. “No se puede pedir a un niño que se identifique con un niño muerto. Esta memoria es demasiado pesada para soportarla”, dijo. Veil, que fue presidenta del Parlamento Europeo, diputada y ministra, recordó los problemas que tuvieron las víctimas directas de la deportación y el genocidio para asumir la memoria.
Esta es la segunda vez que Nicolas Sarkozy incita a la educación nacional a incluir en sus programas referencias que comprometen a los alumnos con la Segunda Guerra Mundial. Apenas electo, Sarkozy ordenó que en todos los liceos se leyera la carta de despedida escrita por un comunista miembro de la Resistencia, el adolescente Guy Moquet, en vísperas de ser fusilado por los nazis. Francia estaba ayer sumida en un polifónico debate al tiempo que el presidente veía plasmarse una curiosa alianza que aunó a políticos de izquierda y de derecha en una crítica en su contra. En un llamado a “la vigilancia republicana” publicado por el semanario Marianne, estas personalidades denuncian una “deriva” hacia un poder puramente personal “rayano en la monarquía electiva”. El texto está firmado por diecisiete personalidades que van de la ex candidata socialista a la presidencia, Ségolène Royal, al ex jefe de gabinete del general De Gaulle, Pierre Lefranc, el dirigente centrista François Bayrou y el ex primer ministro conservador Dominique de Villepin. Los firmantes reiteran también su compromiso con “la independencia de la prensa y con el pluralismo de la información” y con “una política extranjera digna, comprometida con la defensa del derecho de los pueblos, preocupada por preservar la independencia nacional y por construir una Europa dispuesta a enfrentar los desafíos del siglo XXI”. El presidente francés acumula desde hace varias semanas sondeos de opinión negativos, críticas feroces de su propia mayoría parlamentaria y hasta el encono de personalidades políticas de peso que, ante la perspectiva de las elecciones municipales del próximo marzo, no quieren que Sarkozy haga escala en sus ciudades para evitar pagar las consecuencias en las urnas.
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