EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Mercedes López San Miguel
El candidato que le disputa la jefatura de gobierno a José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy, parecía ser una versión edulcorada, más sutil, menos fundamentalista, de su mentor, José María Aznar. Pero en los cuatro años de gobierno del PSOE, los obispos y los medios de ultraderecha terminaron por instalar la agenda del Partido Popular. En este marco mediático-religioso, los populares convocaron a repetidas manifestaciones contra las reformas civiles que fue aplicando el gobierno socialista español.
Zapatero emprendió reformas que encendieron a la Iglesia: el matrimonio homosexual, el divorcio express, la ley de la Memoria Histórica. Además, regularizó a 700 mil inmigrantes. Rajoy pretende desandar ese camino. El candidato ha dicho que si gana las elecciones les quitará a los homosexuales el derecho a adoptar. Y no regularizará a los inmigrantes. En cambio, ha salido con un polémico “contrato de integración” para que firmen los inmigrantes. Con él, busca que se respeten “las costumbres” de los españoles, sin explicar bien cuáles son. Este enunciado podría prestarse a algún tipo de discriminación. También se pronuncia sobre la ley de Memoria Histórica, de la que “eliminaría todos aquellos artículos que hablan de dar dinero público para recuperar el pasado”.
A pesar del rasgo amable de Rajoy, el PP es hoy casi tan fanático como cuando lo timoneaba el hombre que se sacó la foto en las Azores con Bush y Blair. La diputada del PSOE, Marisol Soneira, ensaya una explicación: “Con Aznar la derecha cambió: la extrema derecha que se había mantenido al margen del PP, se fue reintroduciendo como en la época de Franco. Esto, envuelto de un halo de doctrina religiosa de una parte de la Iglesia, generó un caldo de cultivo preocupante. En las manifestaciones convocadas contra el gobierno –por distintas razones, desde que si se rompía la familia hasta que si se rompía España– se vieron banderas nazis, de grupos ultras y los líderes del PP al frente”. Soneira advierte sobre el discurso apocalíptico de una parte de la Iglesia, la más reacccionaria: “La Iglesia tiene una cadena de radio, la COPE: cualquiera que se informara sólo por este medio estaría convencido de que estamos en una guerra civil, estamos angustiados, que nuestra economía es un desastre”.
La militancia de la derecha manda a Zapatero a la hoguera por sus reformas a favor de los derechos de los ciudadanos, por los nubarrones económicos de España y por su política antiterrorista. Se prevé menos crecimiento en 2008, con una suba de los precios y del desempleo. El gobierno intentó desarmar a ETA pero esa voluntad política se frustró con un atentado de la organización separatista vasca, en diciembre de 2006. Hoy el diálogo está roto y su entorno político ilegalizado. Pero no hay que olvidar que Rajoy recibió una papa caliente: el PP perdió las pasadas elecciones por las mentiras de Aznar sobre la participación de la ETA en los atentados del 11 de marzo.
La frutilla del postre de esta radicalización de la derecha fue la exclusión en la lista del PP de un moderado, Alberto Ruiz Gallardón, Una vez más, Rajoy cedió ante los aznaristas más duros que estaban en abierto enfrentamiento con el alcalde de Madrid. En dos semanas se verá si esta decisión fue útil o si una figura como Gallardón hubiera sumado puntos en un resultado que se anticipa cerrado. Los españoles, con sus antecedentes, lo decidirán el 9 de marzo.
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