EL MUNDO › OPINION
› Por Néstor Kohan *
Sentimos un poquito de tristeza, ¿por qué no admitirlo? Sin embargo, como alguna vez dijo Julio Antonio Mella, todo tiempo futuro tiene que ser mejor. Fidel está enfermo y renuncia. Decisión lúcida y sabia, como siempre. No huye en helicóptero, como el patético presidente argentino Fernando de la Rúa, derribado por su pueblo en rebelión en diciembre del 2001. No se tiene que ir acusado de corrupción, enriquecido y millonario pero escupido por el pueblo, como tantos otros. No termina escapando en lo oscuro de la noche como los dictadores latinoamericanos, protegidos por el Pentágono y la CIA, con el traje manchado de sangre y los bolsillos llenos de dólares.
Fidel no se rinde. No se arrodilla. No implora clemencia. No se degrada ni se deteriora. Simplemente toma la decisión de renunciar por limitaciones de salud, pero conservando intacto su prestigio político, el cariño y el consenso de su pueblo y la admiración de numerosos pueblos del mundo. Si tuviéramos que sintetizar el núcleo de su pensamiento político creemos no equivocarnos si lo ubicamos en la ética. El marxismo de Fidel –como el de su entrañable hermano argentino, Ernesto “Che” Guevara– ha sido y es un marxismo eticista y culturalista. La clave de la historia humana no está en el desarrollo de las fuerzas productivas sino en los valores y la cultura. En todo caso, las principales fuerzas productivas de la historia han sido las fuerzas morales. La Revolución Cubana no se derrumbó, aun sin comida, dinero ni petróleo, debido a los valores, la ética y la cultura.
La “batalla de las ideas” con la que insiste Fidel es otro nombre para lo que Antonio Gramsci ha denominado la lucha por la hegemonía. Todo el pensamiento político de Fidel, su práctica revolucionaria al frente de Cuba durante tanto tiempo, sus discursos y sus escritos han sido una prolongada y larga marcha por la hegemonía socialista.
En esa batalla de las ideas y los valores, la ética ha jugado un papel fundamental. Ya de jovencito, muchos años antes de iniciar la guerra revolucionaria en Cuba, el joven Fidel lo había resumido con una sentencia fenomenal: “el verdadero ser humano no pregunta de qué lado se vive mejor sino de qué lado está el deber”. Ese es, a nuestro juicio, el núcleo de fuego que ha recorrido como un hilo rojo todo el pensamiento de Fidel a lo largo de décadas.
¿Fue distinto el marxismo del Che? ¿Guevara no planteó que la mayor satisfacción posible para una persona revolucionaria no reside jamás en la búsqueda de dinero sino en sentirse pleno y feliz por haber cumplido con el deber social? ¿Quién influyó en quién? ¿El Che en Fidel o Fidel en el Che? Probablemente haya habido una influencia mutua y recíproca. Y en el medio de ambos, la ética de José Martí, el rechazo al “hombre mediocre” de José Ingenieros, el humanismo socialista, todos entretejidos en la perspectiva revolucionaria del viejo Carlitos Marx y su joven continuador, nuestro amigo Lenin. Eso ha sido Fidel. Ese es Fidel.
La mejor solidaridad con Cuba, con su pueblo, con el futuro del socialismo y con Fidel, sigue siendo la lucha popular. Una lucha contra el capitalismo y por el socialismo que no tiene fronteras. “El deber de todo revolucionario es hacer la revolución.” Esa es la enseñanza que nos deja Fidel con su ejemplo de vida. ¡Una vida entera dedicada a la revolución! Cuánta razón tenía también Fidel cuando nos dijo: “nuestro campo de batalla abarca todo el mundo”. ¡Qué impactante actualidad!
A la larga, esta noticia dejará de ocupar la atención. Lo que permanecerá, a largo plazo, son las enseñanzas de Fidel. Las banderas de su pensamiento político rebelde y su ética revolucionaria inquebrantable. Esa misma que le permitió mantenerse de pie, sin trastabillar, durante medio siglo frente a la potencia más poderosa de la Tierra y de la historia.
Continuar, hoy y en el futuro, las enseñanzas de Fidel y del Che. Ese es el gran desafío para las nuevas generaciones. Dentro de Cuba pero también en toda América latina.
* Coordinador de la cátedra “Che Guevara - Colectivo Amauta” de Argentina, docente e investigador de la UBA y autor del libro Fidel para principiantes.
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