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Los fantasmas de Guantánamo
Por Julian Borger *
Desde la bahía de Guantánamo
Nada corporiza tanto la transformación de Estados Unidos desde el 11 de setiembre como las ordenadas filas de techos metálicos en los bloques de celdas de Campo Delta brillando en el sol caribeño. A cien metros del mar, parecen como los techos de alguna fábrica tropical con sus ventiladores con forma de barriles prolijamente espaciados como chimeneas. Pero en realidad cubren algo que hubiera sido difícil de concebir hace sólo un año, un gulag dirigido por Estados Unidos para los prisioneros extranjeros presos indefinidamente sin haber sido acusados ni formalmente identificados.
Campo Delta, un campo dentro de un campo en la base militar de Estados Unidos en la bahía de Guantánamo, es una medida de cuánto cambió Estados Unidos. Sin embargo, como el campo está ubicado en una remota esquina de Cuba y su entrada prohibida para todos, salvo unas pocas miles de tropas y trabajadores de servicios especiales de enfermería, la mutación no ha sido prácticamente vista por el pueblo norteamericano. Adentro hay 598 detenidos de la “guerra contra el terrorismo” de 38 países. Incluyen a varios reclusos británicos, barridos en el choque de las civilizaciones que explotó en octubre pasado cuando Estados Unidos y sus aliados derrotaron a los talibanes.
Estados Unidos sostiene que, como los detenidos no eran parte de ningún ejército regular y no observaban “las leyes y las costumbres de la guerra”, son “combatientes enemigos” más que prisioneros de guerra, implicando que no tienen los derechos asignados a los prisioneros de guerra bajo la Convención de Ginebra. Washington, sin embargo, insiste en que son tratados igualmente bien. Los críticos, en los que se incluyen a Amnesty International y la ONU, dicen que el status de los detenidos sólo puede ser determinado por un tribunal independiente, no por el Pentágono. Añaden que los prisioneros de guerra deben ser liberados cuando terminan las hostilidades. En la guerra contra el terrorismo, esto puede no ocurrir nunca.
Campo Delta es más inteligente y mejor construido que su improvisado predecesor, Campo Rayos X, que era un ensamblaje de jaulas en un valle que era una trampa de calor, sin ventilación. El nuevo complejo, que costó más de 30 millones de dólares para sólo otras 600 celdas, se beneficia con la brisa del mar y los ventiladores. Las condiciones han mejorado desde que las imágenes de prisioneros encapuchados y esposados en jaulas de metal gatillaron la preocupación internacional. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) tiene permiso de acceso diario al campo y a los prisioneros y se ha declarado satisfecho con la cooperación de las autoridades militares.
En los últimos meses, informan los guardias del campo, hubo 30 incidentes de detenidos tratando de dañarse a sí mismos, y cuatro de ellos han sido clasificados como intentos de suicidio. Las sesiones de interrogación tienen lugar en un bloque de celdas dentro del complejo y son llevadas a cabo por las Fuerzas de Tareas Conjuntas 170, una colección de CIA, FBI y los funcionarios de inteligencia militar reunidos para extraer información a los detenidos. Nadie en el campo quiso comentar lo que se ha recogido de los interrogatorios, pero filtraciones en Washington han sugerido que no hay detenidos de importancia de la jerarquía de AlQaida ahí, y que está surgiendo poca información utilizable.
* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: C.D.
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