Lun 26.05.2008

EL MUNDO • SUBNOTA  › LA MUERTE DEL MáXIMO LíDER DE LAS FARC COLOMBIANAS

El misterioso Marulanda

Con Tirofijo se fue el mundo agrario del comando guerrillero. En su más de medio siglo de lucha, no consiguió tomar el poder en su país. Clandestino e incomunicado, escapó de la condena.

› Por Eduardo Febbro

Desde París

El último guerrero latinoamericano de una causa que se fue desfigurando con el tiempo y los negocios impuros dejó la vida con una victoria simbólica y un fracaso: Manuel Marulanda murió de muerte natural y, con ello, escapó a la sentencia y la muerte que le habían prometido los sucesivos presidentes colombianos. Marulanda conoció el mismo destino final que su abuelo, un combatiente de la Guerra de los Mil Días –guerra civil colombiana entre 1899 y 1902– que se agotó de vivir por los años acumulados. Sin embargo, a lo largo de más de medio siglo de luchas, Marulanda no consiguió su propósito de tomar el poder. Los 50 años pasados en la clandestinidad del monte, su incomunicabilidad con el mundo exterior y los repetidos anuncios de su muerte habían vuelto a Tirofijo una suerte de entidad irreal, casi sin cuerpo pero revelada por las profusas acciones militares y la crueldad que muchas veces las acompañaron. Las de la última etapa propulsaron a las FARC al escenario internacional con matices que desdibujaron la intención inicial de un grupo armado que es un producto genuino de la horrenda violencia política colombiana. Los secuestros de inocentes, de policías y militares sin rango, de dirigentes políticos y de gente con algún capital esbozaron el perfil menos heroico de la guerrilla.

Manuel Marulanda era un misterio con nombre y apellido verdaderos, Pedro Antonio Marín, y una fecha de nacimiento cuya imprecisión él mismo admitió en el libro que el periodista e historiador Arturo Alape le dedicó Tirofijo: “Yo nací, no sé cuándo propiamente la fecha, el mes sí lo sé, en mayo de 1930”. Pedro Pablo Marín Quiceno, su padre, dio otra versión de su nacimiento, al que situó el 12 de mayo de 1932 en Génova (Quindío). Marulanda amaba los tangos cantados por Gardel y por Julio Sosa y tenía una memoria enciclopédica. El y su familia eran liberales y, eso, en la Colombia de la primera mitad de siglo, quería decir mucho, sobre todo una cosa: una condena a la persecución y la muerte. Ser liberal, en su familia, “era como la señal de la cruz que siempre se lleva en la frente”. La cruz cayó encima de los liberales el día en que se esfumó la Colombia soñada y nació la que conocemos hoy, de la que Tirofijo es un actor y un descendiente: el 9 de abril de 1948 fue asesinado en Bogotá Jorge Eliécer Gaitán, el líder del ala izquierda del Partido Liberal, una suerte de Perón colombiano. El asesinato de Gaitán dio lugar al llamado “Bogotazo”, una revuelta popular ferozmente reprimida que se extendió a todo el país y cuya principal víctima fue el campesinado liberal. En ese hecho dramático participó un invitado “inocente”, el mismo Fidel Castro.

Cuando todavía se llamaba Pedro Antonio Marín, fundó con 14 primos el embrión de una autodefensa campesina y con ella enfrentaron a los conservadores de la región. Marulanda contó que a partir de ese momento tuvo que pensar de otra manera: “¿Dónde están las armas? El cuerpo ya no resiste más humillaciones”. Marulanda empezó a navegar hacia las ideas marxistas-leninistas y a recibir apoyo ideológico y logístico del Partido Comunista. El sobrenombre de “Tirofijo” le viene del año 1953. Gracias a su certera puntería, un combatiente amigo dijo: “Este es un verdadero tiro fijo”. Dos años más tarde, Marín quiso dejar el apodo, demasiado ostentoso, y se bautizó como Manuel Marulanda Vélez, en homenaje a un líder sindical comunista asesinado en Bogotá. En 1960 creó una zona de resistencia campesina, llamada “Repúblicas independientes”, y en 1964 integró la creación del Bloque Sur, el antecedente de las FARC. Su programa, que no varió nunca, tenía como eje la reforma agraria. El mito fundacional de Marulanda remonta al 27 de mayo de 1964. Marulanda, que no se había amparado en la amnistía de 1953, protagonizó un célebre bautismo del fuego cuando el presidente León Valencia ordenó al ejército bombardear y ocupar con más de 5000 hombres la llamada república independiente de Marquetalia, al sur del país. El lugar era tan ignoto que ni siguiera figuraba en los mapas. Con apenas 48 hombres, Marulanda sobrevivió a las bombas y al cerco militar. El mito nació allí. Más tarde, con cerca de 300 hombres, Tirofijo emprendió la expansión militar del grupo armado.

Veinte años más tarde, el 28 de mayo de 1984, Manuel Marulanda y el entonces presidente Belisario Betancur firmaron el primer alto al fuego bilateral. De allí surgió un intento de desmovilización y con ella nació la Unión Patriótica, el partido político creado por las FARC cuyos 3000 integrantes fueron exterminados con una saña inaudita por los grupos paramilitares. El fracaso del alto el fuego y la exterminación de la Unión Patriótica llevó a la consolidación de las FARC y a su expansión en frentes guerrilleros dotados de mucho poder bélico y financiados con el producto del narcotráfico y del secuestro. A finales de los ’90, Marulanda y el gobierno de Andrés Pastrana acordaron una zona de despeje en el Caguán a fin de negociar el fin del suplicio que las FARC infligían a las poblaciones civiles. El 7 de enero de 1999 Marulanda debía encontrarse con Pastrana pero no fue. Su silla estaba vacía. En su lugar, se leyó un discurso enviado por Tirofijo en el que reclamaba por las vacas, las gallinas y los marranos que, según decía, el Estado les había arrebatado en Marquetalia. Marulanda volvió a exigir una reforma agraria, que era, en suma, el motivo de su primera lucha.

Dicen que Marulanda era carismático, tímido, reservado, fiel a su tropa y desmedidamente despiadado. Se dice también que murió sin jamás ver el mar y que no conoció ninguna ciudad de más de 100 mil habitantes. Con él muere el mundo agrario. Su reemplazo por Alfonso Cano supone el ingreso del mundo urbano al comando de las FARC.

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