EL MUNDO • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Gabriel Puricelli *
En 26 años de elecciones democráticas, nunca un presidente boliviano tuvo que hacerse elegir dos veces. Un ejercicio contrafáctico plausible indica, asimismo, que –de haberse visto en esa situación– ninguno hubiera logrado sobrevivir a un referendo revocatorio, ya que los bajos porcentajes obtenidos al ser electos los hubieran transformado en un blanco sencillísimo. Desde ese punto de vista, la ratificación de Evo Morales es una proeza histórica, aun si los números finales no indicaran, como lo hace el conteo rápido, que el porcentaje alcanzado lo aproxima a una mayoría de dos tercios de los votantes. En una región acostumbrada, a lo largo de dos décadas de normalidad electoral, a que los desafíos de gobernar se devoren el apoyo popular a los presidentes (en especial cuando promedia su mandato), el líder boliviano se destaca con un brillo propio.
Someter su mandato a ratificación fue una opción audaz y autónoma del gobierno del MAS, aunque (y sin que esto signifique paradoja alguna) se puede decir también que se vio obligado a demostrar por segunda vez la legitimidad de éste, frente a una oposición que se ve a sí misma (y en buena medida lo es) como un régimen depuesto destinado a ser restaurado, y no como un futuro gobierno potencial, como debería ser si tuvieran alguna forma de adhesión al ideal democrático.
Combinado con la revocación del mandato de un ex y posible futuro candidato a la presidencia, como Manfred Reyes Villa en Cochabamba, el saldo a favor del MAS y sus aliados es ampliamente positivo. No habría más que decir (no existe otra instancia a la que apelar, en democracia, que no sea el veredicto del soberano), si no fuera porque esa lealtad democrática está ausente en muchos líderes de la oposición, incluidos algunos de los prefectos también ratificados ayer. Ello implica que la ventaja decisiva, pero coyuntural, que el gobierno doblemente legítimo de Bolivia tiene desde ayer, deba ser aprovechada en un plazo brevísimo para cerrar el proceso constituyente y para poder dedicarse a las tareas de reivindicación social de las mayorías y de desarrollo económico que sólo han sido alcanzadas de manera incipiente.
El resultado de los referendos debería obligar también a los vecinos de Bolivia (en particular a Brasil, pero también a Chile y Argentina) a hacer todo lo mucho que están en condiciones de hacer para ayudar a que un gobierno tan plenamente soberano como el de Morales pueda terminar de deshacer el nudo del atraso, que también puede identificarse bajo los nombres del despegue energético y del fin de la mediterraneidad.
* Cocoordinador, Programa de Política Internacional, Laboratorio de Políticas Públicas.
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