EL MUNDO • SUBNOTA
Una vez se llamó a sí misma “madre en jefe”. Pero Michelle Obama, una exitosa profesional que se hizo desde abajo, podría convertirse en una de las más influyentes primeras damas de los últimos tiempos. “Con el tiempo, el rol de la primera dama se empezó a ver como algo puramente simbólico”, dijo alguna vez Hillary Clinton, la esposa de un presidente a la que más se parece Michelle –además de ser profesionales, ambas llegaron a la Casa Blanca a los 45 años–. Pero en una época en la que la imagen lo es todo, ese simbolismo puede ser muy potente. Michelle se convertirá casi de inmediato en un modelo a seguir: como madre, por supuesto, pero también como un árbitro de la moda y los hábitos alimenticios, y como una vanguardista en la decoración de interiores. Contrató al diseñador de interiores Michael Smith, uno de los más cotizados de California, para darle una imagen más moderna y vibrante al living privado de los primeros dos pisos de la mansión ejecutiva. A pesar de su atractivo y su carisma, en ningún grupo humano tendrá tanta influencia como en la comunidad negra.
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