Lun 16.03.2009

EL MUNDO • SUBNOTA  › OPINIóN

Los límites y los desafíos

› Por Mercedes López San Miguel

El triunfo de Mauricio Funes puede ser comparado con el de Daniel Ortega en noviembre de 2006. Ambos llegan al poder de la mano de referentes históricos de la lucha guerrillera devenida en partidos políticos en Centroamérica. Sin embargo, Funes debiera estar atento a las contradicciones evidenciadas en la actual presidencia de Ortega.

El hombre que lideró la revolución con el Frente Sandinista de Liberación Nacional poniendo fin a la dictadura de Anastasio Somoza en 1979 aparece hoy como una figura difusa. El Movimiento Renovador Sandinista, en el que se encuentran líderes históricos sandinistas como el ex vicepresidente Sergio Ramírez y el ex ministro Ernesto Cardenal señala que el liderazgo actual del Frente se ha convertido en una “partida de corruptos” y que dejó de representar lo que fue en el pasado.

Mónica Baltodano, diputada de otra formación disidente, el Movimiento Rescate del Sandinismo, explica a este diario las principales críticas que se le hacen al gobierno de Ortega. “Las políticas económicas son las mismas de la derecha, porque no se hizo ninguna ruptura con el modelo neoliberal; la política fiscal carga sobre las clases medias y populares; existe una disciplina con el Fondo Monetario Internacional, las relaciones con las transnacionales están mejor que nunca y no se ha nacionalizado nada. Además, las políticas sociales son paliativas y tienen un sesgo clientelar.”

A Ortega se le cuestiona también la falta de transparencia en el manejo de los recursos provenientes de Venezuela. “Un manejo privado que no pasa por el presupuesto de la República”, dice la diputada.

Otro tema es la falta de esclarecimiento de las elecciones municipales de noviembre, en las que el gobierno se adjudicó un triunfo en 30 de 146 municipios, incluida la capital, Managua, sospechadas de fraude.

Un último aspecto es la involución en materia de derechos de la mujer. En los ’80 el sandinismo estaba a favor del aborto terapéutico. Ahora votó para derogarlo como parte de una reforma del código penal. Baltodano subraya que “esto está en relación con los acuerdos del gobierno con la alta jerarquía católica y con la derecha”.

Funes se suma a la tendencia regional de gobiernos integrados por partidos de izquierda. Puede rechazar las recetas neoliberales y afianzar una estrategia de fuertes vínculos con Sudamérica. O puede seguir los pasos de su par de Nicaragua.

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