EL MUNDO • SUBNOTA › DIRIGENTES DEL MOVIMIENTO DE MUJERES EXPLICAN CóMO ES PARAGUAY
La naturalización de que el padre no tiene responsabilidades sobre su hijo, la cantidad de niños no reconocidos, la desigualdad de género, la resignación femenina. La crisis de Lugo abrió el debate en la sociedad paraguaya sobre la cultura instalada del machismo.
“Cuimbae”, en guaraní, lengua que comparte con el español, el idioma de todo paraguayo, quiere decir “hombre”. Y también “dueño del lenguaje”. Mujer, en cambio, se dice “Kuña”, palabra que también significa “lengua del diablo”. ¿Casualidad? No parece. “Las prácticas machistas en Paraguay se realizan desde el lenguaje mismo”, indicó Clara Rosa Gagliardone, miembro de la organización Kuñaaty, vocablo que significa “reunión de mujeres”. Al igual que varias de sus pares con las que comparte la lucha por los derechos de la mujer en ese país, Gagliardone apunta que el sistema patriarcal caló hondo en la historia paraguaya, y que las prácticas en las que se revela su funcionamiento, como el no reconocimiento de la paternidad, son moneda corriente. “Es absolutamente normal que las mujeres se hagan cargo de los hijos e hijas. No hay sanción moral, ni siquiera familiar, a la irresponsabilidad paterna”, destaca. “Upeicha nte ara voi”, es otra frase guaraní usada cotidianamente en el país. Quiere decir “así son las cosas”.
El reconocimiento del presidente de Paraguay, Fernando Lugo, de su hijo de dos años del que hasta ese momento nunca se había hecho cargo descubrió una serie de desigualdades con las que las mujeres paraguayas cargan desde antaño.
“No quiero decir todos, pero un gran porcentaje de los hombres tienen hijos y se desentienden de ellos. Incluso luego de un matrimonio que se deshace, dejan los hijos de esa unión al cuidado de sus madres sin prestarles la prestación alimentaria ni hacerse presente en la crianza”, remarcó la responsable de la Secretaría de la Mujer de Paraguay, Gloria Rubín. “Violencia económica”, llamó a la negligencia que comete el género masculino al “olvidarse” de sus hijos y no ayudar a la madre de los niños con dinero para su crianza. Según la cifras que recientemente dio a conocer el Registro Civil de ese país, siete de cada diez chicos que nacen son inscriptos por sus madres, con su apellido. Es decir, que quedan bajo su única responsabilidad.
Para Cristina Román, miembro de la organización 25 de Noviembre, la irresponsabilidad de los hombres en la crianza de los hijos es “una problemática más que gigante. (El presidente Fernando) Lugo no hizo más que repetir lo que hacen todos los varones aquí en Paraguay”. Las mujeres consultadas por Página/12 definen que, en su país, “es una demostración de poder el tener hijos desperdigados por todos lados”.
La historia de la ausencia masculina en la responsabilidad paterna es larga, y según la directora del Centro de Documentación y Estudios, Clydes Soto, “sobrepasa las fronteras”. Comienza con el tremendo abuso de los colonizadores españoles, sufrido por muchos de los países en América latina.
Sin embargo, en Paraguay se recalcó con la Guerra de la Triple Alianza, cuando la población masculina fue prácticamente eliminada. Durante decenas de años, el de-sequilibrio de género caracterizó a la población y produjo un escenario especialmente propicio para que las prácticas del patriarcado germinaran sin problemas. “Tener hijos fuera del círculo de familia y el matrimonio se volvió totalmente válido”, indicó Soto. Gagliardone fue más allá y apostó que “no hay familia en Paraguay que no tenga hijos extramatrimoniales no reconocidos, y esto es algo que no distingue clases sociales”.
Luego agregó un ingrediente más: la Iglesia Católica, que “niega con una fuerza singular, y sistemáticamente, los derechos de las mujeres”. Con ella coincidió Rubín: “La Iglesia siempre termina castigando a la mujer con su postura esquizofrénica en contra del aborto, en contra del condón, en contra de los anticonceptivos. Luego, la mujer culposa pecadora se confiesa, le dan una hostia, 20 padrenuestros como castigo y se terminó el pecado”.
¿Qué es lo que le da seguridad a un hombre para vivir sin reconocer sus responsabilidades como padre, como compañero? Según Gagliardone, además de que “se apuesta a que una mujer no va a reclamar nada”, existe un sistema que no brinda herramientas para que esa mujer haga ese reclamo. O, por lo menos, que le pone más de una traba. “Para lograr que un hombre reconozca a su hijo o hija, hay que llegar a una instancia judicial. Alcanzarla de forma gratuita es difícil. Y si a eso se le suma la lejanía de las grandes ciudades en donde están localizados los juzgados, la tarea se vuelve imposible”. Y algo más: la barrera idiomática. En Paraguay conviven dos lenguas, el español y el guaraní. “Muchos hablan sólo guaraní, pero las leyes, la Constitución, está escrita en español; en los juzgados se habla sólo español; para hacer una declaración, hay que hablar en español”, concluye.
Si bien reconoce que fue “un golpe tremendo” la noticia de Lugo, rescata “la actitud de reconocer y de pedir perdón socialmente” del presidente. Por su parte, integrantes de las organizaciones lo critican. “Hay mucha indignación porque la gente se siente muy estafada”, sostuvo Gagliardone. No obstante, todas coinciden en que lo sucedido puede servir para avanzar en un cambio. “Se necesitan herramientas y procedimientos desde el Estado, reconocimientos de derechos –en este caso de la mujer y de las niñas, niños y adolescentes–, denuncia permanente y contundente de las violaciones a esos derechos. Pero más urgente es abrir el debate a la sociedad para que luego esas discusiones penetren en la vida privada de la gente y puedan ser modificadas”, concluyó Soto.
Informe: Ailín Bullentini.
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