Australia se quiere ir cuanto antes de Afganistán. La isla no es parte de la OTAN, pero tiene a 1550 soldados peleando en la guerra que desvela a los gobiernos de Estados Unidos y de las principales potencias europeas. “He pedido al ejército australiano cualquier recomendación sobre cómo asegurarnos de que completamos este importante y responsable papel de una manera efectiva, pero en el menor plazo de tiempo posible”, aseguró ayer el ministro de Defensa de ese país, John Faulkner. Desde la invasión de 2001, liderada por el gobierno norteamericano de George W. Bush, once soldados australianos han muerto.

Las tropas australianas están asignadas en su mayoría a la provincia de Uruzgan, en el centro del país, en donde combaten codo a codo con Holanda, un miembro de la OTAN que ya anunció una retirada para agosto del año próximo. Una de sus tareas principales, según explicó el ministro de Defensa, es formar a los soldados de la cuarta brigada del Ejército Nacional Afgano, para que puedan garantizar la seguridad de esa región sin ayuda internacional.

Eso sí, Faulkner aún no sabe cómo logrará cumplir con esa misión y retirar a sus hombres en un futuro cercano. “No voy a hablar de forma especifica sobre cómo podemos hacerlo, pero reconozco que causará un impacto en cómo la OTAN y los socios de la Fuerza Internacional de Asistencia de Seguridad (ISAF) actuarán a partir de la propuesta que haga el general McChrystal”, señaló el ministro australiano.

A principios del año pasado, después de un largo reinado liberal, el laborismo recuperó el poder de mano del actual primer ministro, Kevin Rudd. Una de sus primeras medidas fue retirar las tropas de Irak, pero en Afganistán no sólo no ordenó un repliegue gradual, sino que agrandó el contingente militar. En abril pasado, su gobierno aprobó el envío inmediato de 450 soldados de refuerzo a Afganistán y, en agosto, otros 120 para resguardar la primera vuelta y el ballottage de la elección presidencial.