“La vida de alguien que fue al exilio se transformó por siempre en el plano individual y colectivo. Sus lazos se transformaron, su vida, sus parejas, nacieron hijos y si volvieron, para los hijos fue un nuevo exilio”, explica el docente de la Universidad Wake Forest. Según Roniger, las comunidades de exiliados argentinos se comportaron de manera diferente a la de otros latinoamericanos expulsados de sus países en los años ’70.

“En algunos casos, los argentinos no lograron posicionarse, en parte, por las fricciones internas, que imposibilitan un juego de frente amplio”, apunta el sociólogo político. “Era más difícil proyectar el espectro político argentino en términos equivalentes a partidos en el país de asilo puesto que el caso argentino era único por la presencia del peronismo. Y eso dificultaba que las redes solidarias entendieran bien cómo llevaban el juego político dentro de Argentina. La represión empezó con el peronismo en el poder, entonces se preguntaban cómo podía ser que los peronistas fueran los perseguidos. Todas esas cuestiones de peronismo de izquierda y derecha no se entendían bien en el exterior”, explica.