EL MUNDO • SUBNOTA › LAS GANADORAS, ENTRE SORPRENDIDAS Y AGRADECIDAS
La presidenta liberiana agradeció el espaldarazo para su reelección, la activista también liberiana estaba de gira por EE.UU. y la líder yemení, escondida en un campamento.
La presidenta de Liberia, Ellen Johnson-Sirleaf, calificó de “enorme sorpresa” el Premio Nobel de la Paz que le fue concedido ayer junto a su compatriota Leymah Gbowee, por su lucha, con diferentes tácticas, contra la violencia política en un país devastado por la guerra civil. Sirleaf, de 72 años, se convirtió en 2005 en la primera presidenta mujer de Africa, luego de haber desafiado sin éxito en los comicios de 1997 al ex mandatario, guerrillero y caudillo Charles Taylor, actualmente detenido en La Haya tras haber sido juzgado por crímenes de guerra por un tribunal especial de la ONU.
Por su parte Gbowee, de 39 años, es conocida por haber organizado el movimiento pacifista que puso fin a la Segunda Guerra Civil de Liberia, en 2003 –que a su vez permitió la elección de Sirleaf–, y por haber tomado las calles de su país para denunciar las violaciones sistemáticas de mujeres por parte de grupos armados. “¡Ah! Estoy tan conmovida y emocionada que me faltan las palabras”, exclamó la mandataria liberiana en una entrevista telefónica con la radio noruega NRK. “Nunca creí que ganaría este premio. Hay tanta gente que lo merece”, agregó desde su residencia oficial en Monrovia, la capital del país del oeste de Africa. “Para mí es el reconocimiento a muchos años llenos de lucha”, así como también “una maravillosa expresión de la esperanza por una nueva Liberia”, declaró Sirleaf.
La presidenta buscará su reelección el martes próximo, y el Premio Nobel podría darle un muy necesitado impulso en momentos en que enfrenta una dura oposición. Sus críticos dicen que, con toda la asistencia y las inversiones internacionales, su gobierno debería haber tenido un desempeño mucho mejor a la hora de restaurar los servicios básicos y reconstruir la infraestructura del país, dañada por las guerras.
La mandataria elogió a su compatriota Gbowee. “Gran parte del mérito de este premio les pertenece a ella y a las otras mujeres liberianas que desafiaron a la dictadura”, señaló. La ONG creada por Gbowee dijo que el reconocimiento servirá como un gran aliciente para el movimiento femenino del continente. “Esto promoverá el movimiento de las mujeres”, dijo Bertha Amanor, directora ejecutiva de la ONG con sede en Ghana, Red de Mujeres por la Paz y la Seguridad en Africa, en declaraciones desde Accra, la capital ghanesa, citada por la cadena BBC.
Amanor describió a Gbowee, actualmente de gira por Estados Unidos para presentar un libro, como “una guerrera que se atrevió a entrar adonde otros no se atrevieron”. Gbowee es reconocida por haber liderado a mujeres que desafiaron a temidos caudillos y empujaron a los hombres a la paz en Liberia durante una de las guerras más mortíferas de Africa. Muchos creen que si no hubiese sido por el grupo de mujeres musulmanas y cristianas que se juntaba en las calles de Monrovia a rezar vestidas de blanco, el conflicto, que dejó unos 250.000 muertos, no hubiese terminado como terminó hace ocho años. Entre sus métodos de lucha incluyeron el negarse a tener sexo con sus esposos hasta que terminara la violencia. Nacida en Monrovia, Gbowee estudió en la Eastern Mennonite University de Harrrisonburg, estado norteamericano de Virginia. La activista ha ganado varios premios por su labor, incluido el Premio Profiles in Courage de la fundación de la Biblioteca Kennedy en 2009.
Sirleaf, por su parte, se educó en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, donde durante sus estudios se mantuvo limpiando pisos y como moza en bares. Estuvo presa en su país, luego exiliada y en 1997 se atrevió a desafiar a Taylor en las elecciones, que perdió por amplio margen, pero que le valieron el apodo de “Dama de Hierro”.
La tercera ganadora del Nobel de la Paz es una mujer yemenita llamada Tawakul Karman, conocida como la “mujer de hierro” o la “madre de la revolución”. Karman dijo ayer que dedica su inesperado galardón a todos los activistas que, como ella, protagonizaron la ola de revueltas conocida como Primavera Arabe. Tawakul Karman es una madre de tres hijos que desde hace años es una activista de derechos humanos y cuyo arresto en enero ayudó a detonar un alzamiento contra el presidente Ali Abdullah Saleh.
En los últimos ocho meses, la mujer de 32 años estuvo al frente de las protestas casi diarias de cientos de miles de personas en Sana y otras ciudades de Yemen que exigían de la renuncia del autocrático Saleh y de la creación de un gobierno democrático. Ella y otros jóvenes activistas insisten en mantener el carácter pacífico de sus protestas, pese a que el país parece al borde de la guerra civil a causa del levantamiento. “Esto es un honor para todos los árabes, musulmanes y mujeres. Nos dirigimos hacia un futuro hermoso para nuestra nación”, señaló Karman, que desde hace cuatro meses vive en un multitudinario campamento de protesta en Sana por temor a ser arrestada.
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