Mar 17.12.2013

EL MUNDO • SUBNOTA  › EL PRESIDENTE PIñERA SE REUNIó CON LOS PRINCIPALES REFERENTES DE SU ESPACIO

La derecha no demoró su autocrítica

La fragmentación política, la herencia de Pinochet, la falta de apoyo de conspicuas figuras de la alianza para la candidata Matthei y la distancia entre el presidente saliente y la burocracia partidaria, causales de la dura derrota.

› Por Christian Palma

Desde Santiago

Puntual, a eso de las 9 de la mañana, llegó el presidente Sebastián Piñera a la casa de Michelle Bachelet, ubicada en la acomodada comuna de La Reina, para felicitarla por el triunfo que obtuvo en las presidenciales. Lo hizo acompañado de su esposa, Cecilia Morel, y de su hija, Magdalena. Estuvo una hora con la presidenta electa, dando inicio a una serie de reuniones que deberán sostener hasta marzo, cuando Bachelet llegue a oficialmente al palacio de La Moneda.

Si bien las visitas de este tipo son comunes en Chile, el desayuno entre ambos –que estuvo repleto de prensa– puede también leerse como un esfuerzo de Piñera por mantener y proyectar esa imagen republicana que en este país tanto gusta. Apenas la candidata de la derecha, Evelyn Matthei, reconoció el triunfo de Bachelet el domingo, el mandatario saludó en vivo por televisión a la presidenta electa, le deseó éxito en su segunda etapa en La Moneda y aseguró que la apoyaría en su gestión. De la derrota de su candidata no hubo comentarios.

Recién ayer a las 11.35 Piñera comenzó el análisis de los detalles de la derrota que sufrió el oficialismo. Lo hizo con su comité político, los presidentes de los partidos UDI, Patricio Melero, y RN, Carlos Larraín, a quienes se sumaron a los jefes de bancada de diputados y senadores de ambos partidos.

Se supo que durante la cita comenzaron a delinear los caminos a seguir por la alianza y reconocer las responsabilidades al interior de la derecha por la estrepitosa derrota. “Creo que aquí tiene que haber un ejercicio conjunto, responsabilidad hay en 360 grados, para donde usted mire. Y creo que es muy común aquello después de una elección de mirar responsables y no hacer una mirada más objetiva de lo que viene dándose en nuestra relación”, dijo Melero.

Por su parte, el senador electo Iván Moreira (UDI) reconoció que Bachelet ganó en forma contundente, aunque Matthei “salvó al oficialismo de un gran bochorno electoral. Cuando a mí me dicen ésta ha sido una gran derrota, yo no la siento así, yo siento que en esta elección nos podría haber ido muy mal, pero creo que Evelyn Matthei nos salvó precisamente de un gran bochorno electoral”, insistió.

Respecto de las causa de la derrota, Moreira dijo que “el centroderecha, la derecha, la Alianza, tenemos que entender que nuestras propuestas no han logrado convocar a un Chile que notoriamente es captado por los sectores de centroizquierda... No pasa por renovar personas, pasa por renovar ideas, por tener propuestas programáticas que sintonicen con el nuevo Chile”, afirmó.

Lo que Moreira omitió, al menos por ahora, es cómo esta renovación de la derecha incluye desligarse definitivamente de la figura del dictador Augusto Pinochet, del cual el senador electo ha sido un fiel defensor hasta el día de hoy. O, por lo menos, empieza a reconocer verdaderamente los abusos a los derechos humanos para tender puentes.

La derecha está fragmentada. Antes de Matthei hubo tres posibilidades presidenciales que no lograron cuajar su candidatura. Rencillas internas, desconfianzas y síndromes de estrés debilitaron aun más sus opciones frente al “fenómeno Bachelet”. De hecho, el domingo, en el comando de Matthei, cuando la victoria se veía todavía más lejos, nadie notó la ausencia de los senadores electos oficialistas Andrés Allamand o José Manuel Ossandón, cuestionados por su falta de apoyo a Matthei. Ambos son probables opciones de la derecha para las próximas elecciones.

“Ciertamente un problema endémico que tiene el centroderecha chileno es el problema de la unidad, el problema que tenemos es que en lugar de construir y generar en base de ideas comunes un proyecto que convoque a mucha gente, tendemos a generar divisiones, a aportillar potenciales liderazgos, y eso se traduce en que la ciudadanía se va desencantando con nuestro proyecto”, sostuvo el diputado Gustavo Hasbún.

Y si bien Piñera logró imponerse a la Concertación en 2010, es un cuerpo extraño en el ADN más puro de la derecha chilena. Siempre ha tenido roces con los partidos políticos, que no tuvieron otra opción que apoyarlo para ganar, aunque eso les haya costado mirar hacia otro lado en varios temas ideológicos hasta no hace mucho intransables, como los asuntos de valores. Hasta ahora, y por más que Piñera ya ha dado muestras de querer postularse en 2017, la derecha no ha cerrado filas en torno del presidente en ejercicio.

Aún está fresco, por ejemplo, el desmarque que hizo Piñera a la conmemoración de los 40 años del golpe de Estado, hecho que golpeó duramente a Matthei, identificada como una pinochetista acérrima y que le restó muchos votos en las elecciones.

Carlos Larraín, presidente de RN, se ha mostrado escéptico sobre el rol que podría tener Piñera en la reorganización de la Alianza. “Si se produjera una adaptación de él a las circunstancias y, por ejemplo, estuviera de acuerdo en trabajar con los partidos políticos... Pero ya tenemos algunos síntomas malos. El está armando una especie de fundación-movimiento que va a ser una competencia para los partidos políticos”, advirtió.

El plan original del gremialismo era que Laurence Golborne, el ministro que se hizo famoso por el rescate de los 33 mineros de Atacama, se convirtiera en el líder del sector en el Senado y potenciarlo así para La Moneda. Eso se fue al tacho cuando el pasado 17 de noviembre perdió el escaño por Santiago Oriente, frente a un imbatible Manuel José Ossandón, otro de los que podrían perfilarse como presidenciable, debido a su discurso poco tradicional para un tipo de derecha y que ha mostrado gran sintonía con la calle y la ciudadanía. La propia Evelyn Matthei, de seguir vigente, se ganó también esta opción o la caudilla de la octava región, Jacqueline Van Rysselbergher, quien encarna a la derecha más tradicional.

Pero más allá de los nombres, el destacado economista Sebastián Edwards se pregunta: “¿Cómo explicar que un gobierno exitoso derive en un desastre político? ¿Cómo es posible que una coalición que debiera crecer en votos termine perdiendo un gran número de parlamentarios?”. Ante la llegada de Bachelet al poder, sostiene que caben dos estrategias: oponerse sistemáticamente a todo lo que proponga la nueva administración, o sumarse en forma activa y constructiva –inclusive entusiasta– a una serie de proyectos que impulsará el nuevo gobierno.

“El primer camino –el de la oposición a ultranza– es un suicidio. Una receta segura para transformarse en un bloque políticamente irrelevante. No sólo eso: dada la composición del nuevo Parlamento, este intento obstruccionista sería inútil; Bachelet cuenta con suficientes votos para aprobar muchas de sus iniciativas importantes.”

“En contraste, la segunda ruta, la ruta de la cooperación y de los acuerdos, transformaría la derecha –o a parte de ella– en un bloque político vivo y con futuro, en un conglomerado vibrante que tendría posibilidades de recapturar La Moneda en el 2017.”

Agrega, sin embargo, que no se trata tan sólo de proveer votos en el Congreso para aprobar algunas iniciativas del nuevo gobierno. “Es mucho más que eso: los parlamentarios de la (nueva) derecha deben transformarse en los líderes de una serie de reformas modernizadoras, apoderarse de ellas, impulsarlas para que vayan más allá de lo propuesto por la Nueva Mayoría, para que de verdad ayuden a modernizar el país.”

En otro punto sensible, el economista estima que “para mantener su relevancia, la derecha –o parte de ella– también debe negociar, desde ahora, una reforma constitucional por las vías institucionales contempladas en la Carta Fundamental. Desde luego que no se trata de cambiarlo todo, pero en una serie de áreas hay espacios para acuerdos. Una tiene que ver con los cambios al binominal, ese sistema odioso que le resta legitimidad al Parlamento, y que a veces favorece a la izquierda y otras a la derecha. Otra área de posible convergencia tiene que ver con el rol del Tribunal Constitucional”.

“Nada de esto le gustará a la vieja guardia derechista. Pero que le guste o no le guste, no tiene mayor importancia. Como las elecciones demostraron, los ‘mandarines’, los ‘coroneles’ y los ‘viejos’ han perdido todo ascendente. Claro, todavía controlan las maquinarias partidarias, pero si no entregan el poder a las nuevas camadas, los ‘duros’ terminarán dirigiendo cascarones vacíos, partidos sin adherentes, cadáveres políticos.”

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