El vicegobernador Cruz Bustamante era la única opción que podía competir con Schwarzenegger, en caso de que a Davis le diera la espalda el electorado. El hispano Bustamante, de 50 años, tiene un perfil diametralmente opuesto al del actor: es un político profesional. Procedente de una familia pobre del valle de San Joaquín, en el centro del estado, se enorgullece de sus orígenes y de su condición. La fuerza que le puede dar el voto hispano –un tercio de la población de California– es relativa, porque sólo uno de cada siete latinos vota. Además, la cuarta parte está en contra de Davis y el 13 por ciento está dispuesto a votar a candidatos republicanos. La gran acusación que debe soportar es que defiende las recetas del fracaso de Davis (además de la de haber recibido unos cuantos millones de los casinos administrados por tribus indias). Su gran esperanza es la maquinaria demócrata, los sindicatos, los maestros, las minorías. Durante la campaña trató de que el electorado entendiera su posición intermedia: está en contra de que echen a su jefe y compañero, pero, si se tiene que ir, allí está él.