EL MUNDO • SUBNOTA › JORGE BERGOGLIO SEDUCE A LOS ESTADOS UNIDOS
Primer día de la primera visita a EE.UU. del primer Papa del Nuevo Mundo. En un país que se prepara para las elecciones presidenciales, el atractivo político Francisco atraviesa simpatías partidarias. Política, celebridad y novedad.
› Por Rupert Cornwell *
Desde Washington
Durante un par de días por lo menos, la única superpotencia del mundo tiene un nuevo amo. No es un acosado presidente demócrata, ni un Congreso dominado por los republicanos discutiendo, sino un argentino de 78 años, sufriendo visiblemente de un toque de ciática y con un frágil comando de la lengua local, el último gobernante de un reino terrenal de tan sólo 109 acres (44 hectáreas) en el otro lado del Atlántico.
Ayer, Francisco tomó Washington por asalto. Había muchas razones, entre ellas, siendo esto Estados Unidos, la celebridad y la novedad. Fue también, como el presidente Barack Obama señaló en su discurso de bienvenida, un día de novedades: el primer día de la primera visita a los Estados Unidos del primer Papa del Nuevo Mundo, un hombre, además, que nunca en su vida había puesto un pie en suelo estadounidense. Y fue la primera oportunidad para que un país que se prepara para las elecciones presidenciales vea de cerca a un pontífice que cambió las reglas de su cargo, y que cada expresión suya es analizada por su significado político.
En verdad, él es imposible de clasificar. El papa Francisco tiene lo que en este momento falta en Estados Unidos, su atractivo atraviesa todos los partidos. Eso ayuda a explicar el alboroto en torno de su viaje de seis días, quizás eclipsando incluso la emoción que acompañó la primera visita aquí de Juan Pablo II, el pontífice de origen polaco, en 1979.
La política no faltó en el primer evento del día, la ceremonia oficial de bienvenida delante de 15.000 personas hacinadas en el Jardín Sur de la Casa Blanca en un día resplandeciente de principios de otoño. El presidente Obama deliberadamente elogió el enfoque del Papa en los pobres y los marginados, en los refugiados y los inmigrantes. Se refirió también al llamado de Francisco a adoptar medidas urgentes para contrarrestar los efectos del cambio climático, fenómeno que el Papa atribuye en gran parte al consumismo impulsado desde el mundo desarrollado. Todos son temas “demócratas”.
Y Francisco estuvo ampliamente de acuerdo. Después de haber llegado en su ya familiar Fiat en lugar de una limusina blindada, recordó en su primera frase que él era hijo de inmigrantes, de los italianos que habían buscado una mejor vida en Argentina. Hablando en un inglés lento y con acento, instó a los Estados Unidos a que demuestre que es una sociedad “tolerante e inclusiva”, que rechaza “toda forma de injusticia y discriminación”. El cambio climático, declaró, era un problema que ya no podía ser derivado a las generaciones futuras para que le hagan frente. Agregó que las catástrofes ecológicas amenazan a “millones de personas que viven bajo un sistema que los abandona”.
Sus redactores de discursos habían hecho sus deberes. El mundo rico había “incumplido su pagaré” a los menos afortunados, declaró, “y ahora es el momento de cumplirlo”. ¿Palabras de un radical “teólogo de la liberación”? No, más bien una paráfrasis de las que Martin Luther King, el equivalente más cercano del protestantismo norteamericano a un santo moderno, había pronunciado hace 47 años en su famoso discurso “I Have a Dream” (Tengo un Sueño), en el Mall de Washington, a unos pocos cientos de metros de distancia del jardín Casa Blanca donde ayer habló el Papa. Y como cualquier candidato político de Estados Unidos, Francisco terminó con esas tres palabras obligatorias: “God Bless America” (Dios bendiga a Estados Unidos).
Las formalidades concluyeron, los dos líderes desaparecieron en la Casa Blanca para mantener conversaciones privadas. Unos 45 minutos más tarde, reapareció Francisco en su blanco papamóvil (esta vez un Jeep Wrangler descapotable), para dar una vuelta alrededor de avenidas vecinas, lavado por el sol y las ovaciones delirantes de decenas de miles que bordeaban el camino.
Luego habló a un servicio de oración de 300 obispos católicos de Estados Unidos en la Catedral de San Mateo, a pocas cuadras de la Casa Blanca, famosa por ser donde tuvo lugar la misa del funeral del asesinado John F. Kennedy, el primer presidente católico de Estados Unidos.
Pero incluso si están equivocados sobre el cambio climático y la inmigración, los republicanos pueden reclamar parte del manto papal. El vicepresidente y el secretario de Estado de Obama pueden ser católicos, pero también lo son seis de los candidatos presidenciales del Partido Republicano, incluyendo Jeb Bush. La pieza central oficial del viaje no eran las sesiones en la Casa Blanca, ni siquiera el discurso hoy en el Congreso, sino el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia este fin de semana, en el que se prevé que haga hincapié en la importancia del matrimonio y la familia tradicional, mensaje que llega directo al corazón de cada candidato republicano.
La iglesia está creciendo entre los hispanos, predominantemente demócratas en su política y que ahora representan un tercio de todos los católicos de Estados Unidos. Para esta comunidad, Francisco tiene un atractivo especial, y uno que incluso podría afectar el curso de la política nacional estadounidenses en estos 14 meses.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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