EL MUNDO • SUBNOTA › LA ZIGZAGUEANTE CARRERA POLíTICA DE MAY
› Por Por M.J.
Desde Londres
La imagen pública de la Dama de Hierro I, Margaret Thatcher, era su famosa cartera. La de la dama de Hierro II, Theresa May, son sus zapatos y la moda. Cuando en una entrevista radial le preguntaron qué se llevaría a una isla de-sierta, respondió que una colección completa de Vogue. Sus zapatos de tacón alto con estampado animal (“animal print”) podrían figurar en una película de Almodóvar.
Más allá de esta moderada extravagancia tan British, May parece moverse con facilidad en un mundo de aparentes contradicciones. Hija de un sacerdote anglicano y cristiana practicante, ha sido una adalid de la modernización del Partido Conservador. En una conferencia partidaria en 2002, durante el largo reinado del Nuevo Laborismo (13 años en el poder), May señaló que los británicos los percibían como el “nasty party” (el partido horrible, repulsivo) por su política social y elitismo. En ese núcleo cerrado y retógrado que son los conservadores fuera de Londres y las grandes urbes, le hicieron la cruz.
Continuó este enfrentamiento cuando apoyó el matrimonio gay y cuando no dudó en confrontar a la misma policía británica al decir que las denuncias de corrupción no era una cuestión de “unas pocas manzanas podridas”. Al mismo tiempo, en sus seis años como ministra del Interior bajo David Cameron se caracterizó por un discurso duro contra los inmigrantes que terminó encerrándola en un callejón sin salida porque no pudo cumplir con la promesa dada de reducir a menos 100 mil la migración neta anual (inmigrantes menos británicos que emigran).
Nada ejemplifica mejor estas oscilaciones que su accidentado acceso a 10 Downing Street. May estaba a favor de permanecer en la Unión Europea, pero mantuvo un perfil bajo durante la campaña, en parte porque tenía sus dudas respecto de la Unión Europea y en parte porque apostaba al caballo supuestamente ganador.
Con la victoria del Brexit, uno de sus líderes, el ex alcalde de Londres Boris Johnson parecía el candidato inevitable al cargo, pero el cuchillazo trapero de su principal aliado en la campaña, el entonces ministro de Justicia Michael Gove, lo dejó fuera de campaña y, al mismo tiempo, inhabilitó a Gove por la shakespereana brutalidad con que había despachado a su ex compañero de ruta. La única Brexit que quedaba como candidata a sustituir a Cameron, la ministra de Energía Andrea Leadsom, se manejó con tanta incompetencia que fue pasto fácil para las fieras mediático-políticas que querían aupar a May.
Hoy May tiene que convencer a los Brexit de que no va a traicionar el resultado del referendo y a los pro-europeos de que va a mantener el máximo grado de relación posible con la UE. Muchos juzgan que no hay nadie en el Partido Conservador con más temple que ella para lograrlo. En un inadvertido comentario de hace 10 días, el ex ministro de Finanzas Kenneth Clarke la calificó como una “bloody difficult woman” (una mujer sumamente difícil) antes de añadir “like Margaret Thatcher” (como Margaret Thatcher). Entre los conservadores pocas comparaciones podrían ser más elogiosas que ésa. Otra cosa es que sea suficiente para un Reino que cada año parece más DesUnido.
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