Lun 19.01.2004

EL MUNDO • SUBNOTA  › OPINION

Un terrorismo con calendario electoral

› Por Claudio Uriarte

El atentado de ayer en Bagdad parece un intento de replicar el ataque contra el centro de los Marines en Beirut en 1982, en que murieron más de 200 efectivos, precipitando la fuga de las fuerzas estadounidenses del Líbano. Pero esta vez se trató de una imitación adaptada a los tiempos, una bomba plantada con efecto demorado. Los blancos fueron la ocupación y George W. Bush, pero el pleno impacto de la explosión pareció destinado a desplegarse en los próximos 10 meses. La idea fue influir en las internas demócratas que empiezan hoy con los caucuses en el estado de Iowa, de modo de favorecer al principal candidato anti-Bush: Howard Dean. Eso iba a ser un impulso temprano hacia la polarización de las elecciones presidenciales de noviembre en torno a una agenda de pro y anti-guerra. Pero el balance, por el momento, es incierto.
Si el atentado hubiera tenido éxito, y hubieran muerto 60 o 120 norteamericanos, el ex gobernador de Vermont hubiera podido alegar que su temprana y solitaria oposición a la guerra en Irak vindicaba su postura de que el conflicto iba a ser catastrófico, que no ayudaba a los intereses estadounidenses y que, por el contrario, los perjudicaba. Eso iba a empañar las posiciones de sus competidores del establishment en la interna demócrata –como los senadores John Kerry, Dick Gephardt, Joe Lieberman o John Edwards, que votaron la autorización de poderes de guerra–, pero no necesariamente la del general retirado Wesley Clark, otro outsider del Partido demócrata, que estuvo contra la guerra desde el principio. Pero las cosas no resultaron así: como quedó todo, fue solamente un nuevo ataque con bastantes muertos iraquíes y pocos norteamericanos. El resultado es parecido al buscado, aunque en escala menor a la esperada. Y en Irak, el procedimiento –con la matanza masiva de iraquíes– sugiere la operación de las fuerzas extranjeras de Al-Qaida, y su mensaje de que ningún colaborador quedará libre de la venganza islámica.
Por eso, el subtexto principal del mensaje de ayer no es sólo una advertencia al soñoliento, campesino y excéntrico estado de Iowa –aunque más no sea por el hecho de que Iowa, precisamente por ser un estado soñoliento, campesino y excéntrico, tiende siempre a diferenciarse de la opinión pública nacional, y a disfrutar de sus 15 minutos de fama desconcertando todas las previsiones, por lo cual no puede ser un indicador fiable de nada–. Lo que significa el hecho de ayer es que los atentados van a ir en aumento a medida que avance la campaña electoral, de aquí a noviembre, porque todos los actores de la guerra civil iraquí –pero principalmente los sunnitas y los irregulares de Al-Qaida– tienen un interés creado en que Estados Unidos se vaya cuanto antes, dejándolos en posesión de los tesoros petroleros de Saddam Hussein, el viejo Alí Babá de la zona.
Estados Unidos se encuentra en una posición paradójica. Fue a Irak a imponer una pax americana y una democracia a su imagen y semejanza en la región, pero lo que impuso se parece más a una anarquía. De entrar a combatir a las guerrillas que desafían su mandato, debería abjurar de sus intenciones democráticas y asumirse en la posición de un imperio colonial clásico, con todos los procedimientos represivos que eso implica, y que son inaceptables para el mundo de hoy. Pero, si sigue entre la democracia y el imperialismo, se expone a la erosión segura de ataques como el de ayer –que continuarán.
Su situación se ha complicado por el acto de fuerza de la mayoría chiíta del país, que decidió tomarle la palabra en relación a sus intenciones democráticas y ahora reclama elecciones libres que automáticamente le darían el dominio del país. Esta no es una perspectiva tranquila: gran parte de los chiítas responden a Irán, y no es seguro que al “nuevo Irán” del presidente reformista Mohammad Jatami sino más bien al “viejo” del ayatola Jomeini, dado que vienen de décadas de opresión sunnita.
El calendario electoral se sobreimprime al militar. La administración Bush ha pautado un retiro de la “Autoridad Provisional de la Coalición”para el 1º de julio, de modo de poder decir que la misión está cumplida. Pero las tropas deberán permanecer por mucho más tiempo: algunos dicen que hasta 2007.
En este juego, la proverbial paciencia oriental juega al gato y el ratón con el impulso de satisfacción instantánea de la política de la sociedad capitalista posmoderna. Y la contradicción se potencia para augurar un año de mucha violencia y de apuesta a los extremos.

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