Dom 04.07.2004

EL MUNDO • SUBNOTA  › DEBATES

¿Y si esto funcionara?

› Por Claudio Uriarte

El deseo de que Estados Unidos pierda la invasión de democracia neoliberal que inició hace un año y medio en Irak es universalmente tan intenso que lleva a excluir la siempre consideración de una tercera posibilidad: la de que el “nuevo gobierno iraquí” de Iyad Allawi, instalado de apuro esta semana, tenga éxito. Y no necesaria o inmediatamente un éxito para los norteamericanos, sino para la estabilización de Irak.
Hay dos datos a tener en cuenta: 1) Allawi es chiíta, una variante del Islam a la que pertenece el 60 por ciento de los iraquíes, salvajemente perseguidos por la dictadura sunnita de Saddam Hussein, y 2) crecientes proporciones de la población iraquí han sido alienadas por los atentados indiscriminados de los grupos afiliados a la red Al-Qaida –también sunnita– contra policías y población iraquíes. Allawi, se objetará, fue en el pasado un agente de la CIA y del M16, pero, ¿qué otra cosa era Saddam en la década del ’80, cuando EE.UU. lo apoyaba en su guerra contra Irán, Donald Rumsfeld lo visitaba y la administración Reagan hacía la vista gorda ante su empleo de armas de destrucción masiva que ella misma le había facilitado? Allawi podrá haber sido un agente de la CIA y del M16, pero, como Saddam mismo, fue siempre y sobre todo su propio agente. Otra objeción que se formula, particularmente desde los rincones británicos más proclives al romanticismo de Lawrence de Arabia, insiste en la negación de que Al-Qaida y su terrorismo extranjero estén presentes en Irak. Los iraquíes disienten: el clérigo chiíta radicalizado Moqtada al-Sadr, que controla varias ciudades del país, ha acordado patrullas conjuntas y ceses del fuego con los norteamericanos, y, después de los seis atentados casi simultáneos de 10 días atrás (cuya sofisticación y eficacia llevaron la marca registrada de Al-Qaida), ofreció a sus hombres para respaldar el trabajo de la nueva policía iraquí.
Todo lo cual no significa que EE.UU. pueda ganar, pero sí que la balanza del poder puede estar inclinándose en su dirección natural: los chiítas. Esto puede significar el inicio de una república islámica fundamentalista como en el vecino Irán. Por eso, entre otras cosas, EE.UU. se vería obligado a aumentar su nivel de 140.000 tropas, ya que no hay otro ejército en Irak que el norteamericano. O puede significar el ascenso de una democracia proiraquí, antiamericana y en creciente distancia con la gerontocracia del ala conservadora iraní, lo que sería un irónico triunfo para la invasión lanzada en marzo de 2003.

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