EL MUNDO
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Por qué puede ganar Bush
› Por Claudio Uriarte
Pese a todo el escándalo causado por sus declaraciones, a su desagradable reminiscencia de las tácticas de Joseph McCarthy y a su posterior retractación y “recontextualización” a medias, el vicepresidente Dick Cheney dio inequívocamente en la tecla electoral al afirmar hace 10 días que un triunfo de John Kerry traería un nuevo ataque terrorista contra Estados Unidos. La asociación de ideas ya estaba flotando en el aire; solamente faltaba que alguien tan cínico e inescrupuloso como el Sr. Petróleo tuviera la franqueza de expresarla con todas las letras, asumiendo con entusiasmo el papel del perro de presa que se encarga del trabajo sucio. Porque, más allá de la bajeza de lo dicho, si éstas son elecciones dominadas por el tema de la seguridad nacional, no hay manera en que una derrota electoral del presidente que recibió el impacto del 11 de septiembre y que luego lanzó la guerra antiterrorista no sea interpretada como una victoria por parte de Osama bin Laden.
Eso, y no la mediocre economía ni la deriva caótica de la situación iraquí, es lo que está regimentando al electorado estadounidense hacia su tradicional instinto de cerrar filas detrás de su presidente en momentos difíciles. Incluso si la situación iraquí es tomada dentro de la cuenta, tampoco hay manera en que un triunfo Kerry-Edwards no sea visto como una derrota de los objetivos de política exterior del Estados Unidos Bush-Cheney, por más que el candidato demócrata no haya formulado una auténtica visión alternativa, y se haya limitado a emitir vaguedades sobre la bondad de la cooperación internacional y de recomponer relaciones con los aliados tradicionales de Washington. En este sentido, Bush y Cheney están cerca de disfrutar de una situación de ganar o ganar: si Irak mejora, es una prueba del éxito de las políticas visionarias de esta administración; si empeora, es una prueba de lo peligroso que sigue siendo el mundo y de la necesidad de darle cuatro años más a Bush y a Cheney.
El panorama internacional los ayuda. Hace dos semanas, la toma de 1200 rehenes en una escuela de la república rusa de Osetia del Norte se saldó con un rescate improvisado que causó la muerte de casi 400 personas, la mitad niños. Eso venía después del derribamiento de dos aviones rusos de pasajeros y de una nueva masacre por un atentado suicida en Israel. Kerry aún puede ganar, pero sus dificultades para articular su mensaje muestran el modo en que Osama bin Laden, capturado o suelto, sigue siendo el mejor aliado electoral de George W. Bush.
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