Dom 28.04.2002

EL MUNDO • SUBNOTA  › COMO CRECIO Y QUE SE PROPONE HACER EL FRENTE NACIONAL

“Desde el suelo para llegar al cielo”

› Por Eduardo Febbro

La llegada a los “umbrales del poder” de la extrema derecha francesa no es producto de un humor electoral pasajero sino del resultado de un trabajo de largo aliento comenzado en las bases mismas de la sociedad. Luego de la irrupción al primer plano del ultraderechista Frente Nacional en los años 80, el partido sembró en un campo abandonado por los partidos políticos tradicionales. La penetración de la extrema derecha es tanto más elocuente cuanto que se hizo “desde el suelo para llegar al cielo”, según la fórmula del historiador Jean Pierre Darmond. Consejos vecinales, asociaciones de propietarios, asociaciones de locatarios, de usuarios de los transportes públicos, de pequeños comerciantes, de agricultores, sindicatos de policía, movimientos civiles, grupos de maestros, núcleos de ejecutivos, el Frente Nacional “rastrilló” el terreno social en todas sus direcciones.
El semanario satírico Charlie Hebdo definió con un “Sismo, 17,8 grados en la escala de Hitler” el porcentaje obtenido por Jean-Marie Le Pen el pasado domingo. Terremoto que, sin embargo, nada tiene de imprevisto y que, en caso de un elevado porcentaje de Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales, puede modificar profundamente la relación de fuerzas en Francia. Le Pen “renació” en los años 80 luego del triunfo del socialista François Mitterrand (mayo del ‘81). El presidente socialista utilizó a la extrema derecha para dividir a la derecha tradicional en una jugada donde no contó con el cambio histórico que iba a producirse tras el hundimiento del bloque del Este luego de la caída del Muro de Berlín. El ocaso del comunismo, la construcción europea y la manera en que Francia percibió su lugar en el Viejo Continente más la crisis del desempleo propulsaron al primer plano un movimiento y una ideología que parecía enterrada en el fondo de las urnas (menos del 1 por ciento de los votos en 1974). Le Pen contaminó a Francia con su discurso hasta un punto tal que no hubo partido –de derecha o de izquierda– que en uno u otro momento no “internalizara” sus ideas. Sin dudas, la máxima legitimación de Le Pen llegó por la boca de un socialista, concretamente el ex primer ministro Laurent Fabius. A mediados de los 80, Fabius dijo que Le Pen “planteaba los buenos problemas” pero proponía “malas soluciones”.
Esas soluciones seducen hoy a más del 20 por ciento del electorado. El programa del Frente Nacional es un extenso –y contradictorio– catálogo de propuestas que harían de la Quinta República francesa un internado para sacerdotes. La plataforma electoral contempla suprimir el impuesto a las ganancias y el que pagan las grandes fortunas, prevé reservar los derechos sociales únicamente para los franceses, destruir el “monopolio sindical”, instaurar la “preferencia nacional” como política de lucha contra el desempleo (el trabajo es para los franceses), prohibir el aborto (legal en Francia), suprimir el Pacto Civil de solidaridad (unión casi legal entre parejas heterosexuales u homosexuales), combatir la inmigración a toda costa, acrecentar las sanciones penales, aumentar los efectivos policiales y reintroducir la pena de muerte.
Inmigración, desempleo, inseguridad y exclusión constituyen los resortes electorales de una extrema derecha que nació en Francia como reacción a la revolución de 1789, que tuvo sus horas de gloria en la primera mitad del siglo, y que cayó en el olvido para volver de las cenizas bajo un gobierno socialista. El credo de Le Pen según el cual “los inmigrados son responsables del desempleo” se ha pegado como una canción popular en las clases menos favorecidas de la sociedad.

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