EL MUNDO
• SUBNOTA › UN HOMBRE DISCRETO QUE PREFIERE LAS SOMBRAS
El esquiador quedó en muletas
› Por David Usborne *
Esquiador ferviente, novelista ocasional y abogado profesional, I. Lewis Libby no parece a primera vista el hombre calificado para la clase de ignominia personal que le trajo su renuncia como jefe de gabinete del vicepresidente y la presentación ayer de cinco cargos judiciales contra él en la investigación de la filtración de la CIA. En verdad, Libby, de 55 años, tiene fama de ser un hombre discreto en el riñón del poder.
Mientras la gente ahora sabe que en ocasiones habló con la prensa, especialmente con Judith Miller de The New York Times, nunca permitió que se usara su nombre. Normalmente, dijo el columnista Bill Kristol, terminaría “no contándote absolutamente nada”. A diferencia del estilo de Karl Rove, otro investigado, y que tiene un perfil político mucho más alto en Washington, Libby evitaba apuntarse puntos políticos. Pero si bien permanecía casi siempre en las sombras, se dice que estaba unido a su jefe por la cadera.
Se dice que Libby jugó un rol vital en el lanzamiento de la guerra contra Irak, y que en un momento hizo circular documentos en la Casa Blanca destinados a demostrar que Irak tenía armas de destrucción masiva. En Yale, el profesor de Ciencias Políticas de Libby fue Paul Wolfowitz, un arquitecto del renacimiento neoconservador bajo el presidente George Bush y ahora presidente del Banco Mundial. Se unió al Pentágono bajo la presidencia de Bush padre. Fue en el Pentágono donde se fundó su relación con Dick Cheney, entonces secretario de Defensa.
Wolfowitz dijo que Libby nunca había sido “un fanático de la política”. Nunca reveló públicamente su nombre completo –algunos dicen que es Irv–, mientras que las historias de donde salió su apodo “Scooter” varían. Más sorprendente es quizá su costado de novelista. En 1996, publicó un libro llamado El Aprendiz.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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