EL MUNDO • SUBNOTA
El influyente partido fundado en los años ’20 por el venerable Víctor Raúl Haya de la Torre tiene fuerte presencia en la burocracia del Estado peruano, pero nunca pudo ganar una elección presidencial sin Alan García como candidato.
Desde Lima
¿Quién será el próximo presidente? “Nosotros”, dicen los apristas convencidos de que Alan García los sentará por segunda vez en la historia de este casi centenario partido en el sillón presidencial. A pesar de que los sondeos de opinión les son desfavorables, los humalistas dicen lo contrario. Siguen teniendo fe en la tendencia política de los últimos 15 años, es decir, según señala un militante humalista, “en la renovación del país a partir de nuevas propuestas lanzadas por partidos ajenos al sistema tradicional”. Lo cierto es que el esquema de la batalla presidencial peruana tiene características peculiares. Sus protagonistas son un joven partido fundado por Ollanta Humala hace menos de un año y una formación histórica que desde hace casi un siglo detenta innumerables riendas del poder pero que sólo gobernó una vez. El mismo hombre que en 1985 le dio al APRA su primera presidencia tiene a su alcance el segundo sillón presidencial. “Parece que el APRA sólo puede acceder a la presidencia con García como candidato”, dice con ironía Alberto, un humalista del barrio limeño Pueblo Libre.
Observado desde el ángulo de los ejércitos partidistas, el enfrentamiento parece desigual. “El APRA es como el peronismo. Está en los poros de la piel. El Perú respira el APRA hasta en el medio del mar”, dice Carlos Herrero, un militante aprista con dos generaciones en el partido fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre. Los humalistas se sirven de ese argumento de leyenda para decir que el movimiento generado por Humala es precisamente una “estrategia espontánea cuyo fin consiste en transformar la arquitectura política del Perú”. Ollanta Humala sale a las urnas con las banderas de un partido en el que nunca militó. Alan García tiene detrás una dinastía que ejerció un poder enorme. Fiscalías, Consejo de la Magistratura, educación nacional, administración: el aprismo ha sido a lo largo de las décadas un influyente actor de las sombras. Medio Perú le dio alguna vez su voto al APRA. Humala, en cambio, recién creó el partido nacionalista en abril del año pasado. Y si hoy su marca es la minoritaria UPP creada por el ex secretario de las Naciones Unidas Javier Pérez de Cuéllar, se debe a que Humala no obtuvo las firmas suficientes para apoyar su candidatura. La UPP le dio las suyas y Humala salió camino a las urnas. El APRA es otra historia, grande como una Biblia. Haya de la Torre lo fundó en los años ’20 durante su exilio en México. A pesar de la enorme influencia que ejerció este notable hombre político, Haya de la Torre nunca fue electo presidente con los colores de su partido. En las elecciones del año 1962, Haya de la Torre estuvo a punto de consagrarse presidente pero un golpe de Estado le cerró el camino. Hubo que esperar casi un cuarto de siglo para que un aprista rompa el embrujo. “A García le debemos nuestra más valiosa historia, y tal vez se vuelva a repetir ahora”, dice Jorge recordando la victoria de 1985.
El APRA de Haya de la Torre debe ser el partido más perseguido del Perú. En 1933 fue proscripto hasta el año 1945, cuando empezó a ocupar verdaderamente el poder detrás del trono. En 1948, un nuevo golpe militar dejó al APRA en las sombras hasta el ’56 y a su líder –Haya de la Torre– le tocó vivir el mismo destino que Alan García conocería luego del “golpe” fujimorista de 1992: Haya se refugió en la embajada de Colombia y luego vivió exiliado en ese país. García se refugió en París.
En 1963 el aprismo resurgió de sus cenizas y pactó una alianza con el mismo dictador que lo había proscripto entre los años ’48 y ’56 para bloquear así las reformas progresistas de Belaúnde.
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