EL MUNDO • SUBNOTA
› Por Donald Macintyre *
Desde Haifa
Había un oficial israelí y dos soldados, tensos y con sudor por el calor de julio, en la camioneta blanca que se dirigía al sur a toda velocidad hacia donde estaban estacionados los vehículos blindados que transportan las tropas y las topadoras Caterpillar D9. “Casi nos alcanza un cohete”, gritó el oficial. “Erró por 40 metros,” aseguró. Abandonando la camioneta, el oficial le dio instrucciones a un grupo de soldados, mientras como telón de fondo se oían las repetidas explosiones de los proyectiles. Uno de ellos tomó control inmediatamente y les gritó a sus camaradas: “Estamos expuestos. Debemos movernos rápidamente. Nos están disparando. Todos deben abandonar el área ahora. Métanse entre los arbustos. No vayan en grupos. Salgan ya de aquí”. Esta escena se repitió incansablemente en una jornada que dejó 12 libaneses muertos, entre ellos un socorrista que fue atacado cuando viajaba en su ambulancia, y cuatro observadores de la ONU heridos, alcanzados por la artillería de un helicóptero israelí.
Al dar vuelta la esquina, el oficial israelí se encontró con una tienda móvil para los soldados estacionada al lado de la carretera y gritó nuevamente: “Estamos expuestos. Tomen sus equipos y abandonen el área”. Mientras los soldados regresaban a su posición anterior, desde unos 200 metros se podía ver cómo subía el humo hasta unos cien metros. Este incidente de ayer, cuya ubicación no se puede dar a conocer por los reglamentos de censura del ejército israelí, sin duda no dice mucho sobre la visión total de las operaciones terrestres lanzadas a lo largo de la frontera norte de Israel con el Líbano. El ejército dijo ayer que una vez tomado el pueblo fronterizo libanés de Maroun al Ras, sus tropas habían alcanzado la cima de un cerro cerca de Bint Jbeil y luego consiguieron entrar a este pueblo, profundizando aún más sus incursiones en el Líbano.
Fue un pequeño recordatorio de que la estrategia detrás de las operaciones terrestres israelíes es crear una zona estéril de un kilómetro y medio de ancho a lo largo del lado libanés de la frontera para encontrar y eliminar la bien preparada red de bunkers y túneles que Hezbolá estableció durante los últimos seis años. Siete soldados murieron en los combates alrededor de Maroun al Ras la semana pasada y ayer se informó que 13 habían resultado heridos en un intercambio de fuego alrededor de Bint Jbeil –cinco por fuego amigo–.
Cerca de esta ciudad, además, dos pilotos israelíes murieron cuando un helicóptero Apache, que iba en apoyo de las tropas terrestres, se estrelló. Las fuerzas de defensa de Israel (FDI) no descartaban que fuera un ataque de la milicia chiíta. Mientras insistían en que los bombardeos aéreos habían dado sus “buenos golpes” al grupo guerrillero, los oficiales israelíes no intentaron disimular el nivel de la resistencia de Hezbolá. Sin embargo, también expresaron que no tienen dudas de que la operación terrestre será un éxito con el tiempo. Los medios israelíes ayer aseguraron que, según estimaciones del FDI, se podría llamar a un cese de fuego en un período que iría de una semana a diez días.
Hubo pocos espectáculos tan extraños como el de ayer, cuando llegó al frente un autoproclamado Tanque Mitzvah, uno de los once que le gusta enviar a Chabad, una secta judío ortodoxa, a las zonas de guerra. En realidad el “tanque” es un coche repleto de slogans como “Pureza familiar” y “Ame a su compañero judío”. Uno del grupo, Chaim Nevo de 50 años, dijo que ellos habían llegado para “salvar a los soldados y darles poder”, proclamando que la guerra había comenzado porque el gobierno había abandonado partes de una “Israel más grande”. “El Torá dice que si alguien está tratando de matarte, hay que matarlo primero”, dijo. Regresando ayer por la zona fronteriza hacia el oeste, se podían ver las banderas amarillas de Hezbolá en dos o tres puntos a lo largo de la cadena decerros en el sur, incluyendo en el borde de Maroun ar Ras, de donde las fuerzas israelíes aparentemente no se han dignado a sacarlos.
En declaraciones a un diario libanés, el jefe de Hezbolá aseguró que “la incursión israelí no detendrá el lanzamiento de cohetes”. Por el momento, es notorio que no haya sido posible. Docenas de Katyushas cayeron sobre el norte de Israel hiriendo a ocho personas. En los mismos lugares que en los últimos 13 días: Haifa, Acre, Safed y media docena de pueblos más. Fuentes militares estiman que Hezbolá dispone de suficientes cohetes –al comienzo de las hostilidades se calculaba que contaba con unos 12 mil– para continuar atacando durante un mes. Aunque los mandos israelíes dicen haber destruido más de 2 mil Katyushas, el arsenal permanece nutrido, porque la guerrilla no ha disparado todavía ni dos mil proyectiles.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.
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